La banalidad del mal...¿tenemos un lado oscuro latente?
El otro día me descubrí pensando en la crueldad humana, en la maldad. No hablo de psicopatías ni nada por el estilo. Hablo de la crueldad que nace de las personas normales, de nuestro vecino, de nuestro hermano, de un ex-compañero de clase.
Todos hemos presenciado en los últimos tiempos la chulería y la cara que les echan algunos policías al asunto. No me voy a cortar y voy a decir que hemos podido ver crueldad y saña. ¿Irá con el uniforme? Pero la cosa no queda en la policía. En la manifestación que rodeó el Congreso pudimos ver como, en la carga de la estación de Atocha los vigilantes de seguridad privada se apuntaron también a la ensalada de porrazos, cuando eso no les toca a ellos.
En estas circunstancias te preguntas, ¿qué pasa con la gente? Y a mí me da por pensar en que el mal, muchas veces, se hace. Vamos, que no hay que ser un monstruo para hacer cosas monstruosas. Algo así decía Hannah Arendt en Eichmann en Jersualén, obra que hace la crónica del juicio de Eichmann, uno de los principales responsables de la solución final:
En la obra se retrata a Eichmann como una persona normal, en la que no se detecta rastro alguno de antisemitismo, sino solamente un empeño celoso en cumplir con su deber. Eichmann no era un monstruo, sino un burócrata.
Y me da por pensar en que hay un lado oscuro en todos que solamente necesita de un determinado caldo de cultivo para germinar. Pienso en el experimento de la cárcel de Stanford. En él, las personas seleccionadas eran emocionalmente estables, cultas, aparentemente normales, o, simplemente, normales. Se les dividió al azar entre personas que adoptarían el rol de reclusos y los que adoptarían el rol de guardianes. Y, por supuesto, sabían que era un experimento. Pero la cosa se desmadró de tal manera que hubo que suspender el experimento mucho antes de concluirlo. No solo los que tenían el rol de guardianes se convirtieron en personas inhumanas, arbitrarias, sádicas y crueles, sino que los que tenían el rol de reclusos aceptaban, en gran medida, este comportamiento. He aquí, amigos, la importancia del poder, de la autoridad. El mero hecho de creer que tienes autoridad puede trastocar hasta la más equilibrada de las mentes. Y el mero hecho de creer que no la tienes, puede esclavizarte.
Me resulta una explicación convincente. Explica por qué hay tantos profesores, jefes, policías, compañeros de trabajo veteranos y cualquier cosa que se os ocurra que, por creer que tienen autoridad sobre los demás, actúan como verdaderos subnormales. Y lo que más asusta es que creo que nadie está libre del todo de convertirse en un imbécil de este tipo, o lo que es peor, en un sádico. Acojona, ¿eh?
En estas circunstancias te preguntas, ¿qué pasa con la gente? Y a mí me da por pensar en que el mal, muchas veces, se hace. Vamos, que no hay que ser un monstruo para hacer cosas monstruosas. Algo así decía Hannah Arendt en Eichmann en Jersualén, obra que hace la crónica del juicio de Eichmann, uno de los principales responsables de la solución final:
"A pesar de todos los esfuerzos de la fiscalía, todo el mundo podía ver que este hombre no era un monstruo, pero era realmente difícil no sospechar que fuera un payaso."
En la obra se retrata a Eichmann como una persona normal, en la que no se detecta rastro alguno de antisemitismo, sino solamente un empeño celoso en cumplir con su deber. Eichmann no era un monstruo, sino un burócrata.
Y me da por pensar en que hay un lado oscuro en todos que solamente necesita de un determinado caldo de cultivo para germinar. Pienso en el experimento de la cárcel de Stanford. En él, las personas seleccionadas eran emocionalmente estables, cultas, aparentemente normales, o, simplemente, normales. Se les dividió al azar entre personas que adoptarían el rol de reclusos y los que adoptarían el rol de guardianes. Y, por supuesto, sabían que era un experimento. Pero la cosa se desmadró de tal manera que hubo que suspender el experimento mucho antes de concluirlo. No solo los que tenían el rol de guardianes se convirtieron en personas inhumanas, arbitrarias, sádicas y crueles, sino que los que tenían el rol de reclusos aceptaban, en gran medida, este comportamiento. He aquí, amigos, la importancia del poder, de la autoridad. El mero hecho de creer que tienes autoridad puede trastocar hasta la más equilibrada de las mentes. Y el mero hecho de creer que no la tienes, puede esclavizarte.
Me resulta una explicación convincente. Explica por qué hay tantos profesores, jefes, policías, compañeros de trabajo veteranos y cualquier cosa que se os ocurra que, por creer que tienen autoridad sobre los demás, actúan como verdaderos subnormales. Y lo que más asusta es que creo que nadie está libre del todo de convertirse en un imbécil de este tipo, o lo que es peor, en un sádico. Acojona, ¿eh?
En mi vida profesional existe una persona agria, mala... es una aténtica víbora. La tengo muy cerca aunque no convivo con ella a diario pero ha dejado una imagen mía mala en el departamento, de modo que es como si lo hiciera. Es muy desagradable. Es una gran mentirosa. Pensaba que estaba perdida en la vida pero ahora creo que sabe muy bien lo que hace y sé que siente ira hacia mí y por qué. La envidia es muy mala. Normalmente lo sobrellevo pero de vez en cuando echo a llorar...
ResponderEliminarUn besete,
Nere
Juraría que te había respondido u.u. Te decía que en esta vida hay que lidiar con gente de toda, pero eso no quiere decir que no sea duro a veces. Mua!
EliminarExperimento Milgram o difusión de la responsabilidad se ajusta más al perfil que describes, aunque el sociópata estándar es el modus operandi más común en profesiones militares y policiales, claro que la ficción ha desinformado e imaginamos al sociópata como un psycho serial killer cuando en realidad es una persona común, con cero empatía, impulsiva, narcisista y manipuladora, como el caso de Nerea
ResponderEliminarYo no me refiero a un sociópata. Me refiero a una persona que, por ejemplo, tiene una vida familiar satisfactoria, que se lleva bien con sus amigos, etc. etc. Ese es el problema: gente que empatiza, que es incluso agradable, (les conozco personalmente, por eso lo digo), pero que en esos momentos como que...son otros. ¿Se puede ser sociópata en horas de trabajo y luego no, AuraZombie? ¿O con unas personas sí y con otras no? Es que no sé. Evidentemetne, supongo que la explicación pseudofilosófica que doy yo tiene poco que ver con la psicológica XD Yo aquí simplemente desvarío.
EliminarEl experimento de Milgram yo lo veo más como obediencia a una orden directa, a una autoridad superior, que sería más el caso de Eichmann, quizá. En el caso de muchos jefes, policías, etc. no es tanto eso -creo- sino "tengo poder sobre estas personas", y es como en el experimento de Standford, puedo hacer lo que crea conveniente - que es lo que les dijeron, les dieron libertad. Yo lo he vivido con un profesor: no estaba obedeciendo a ninguna norma, simplemente era superior a nosotros, tenía autoridad, y abusaba de ella, ciertamente. Sobre todo sobre las mujeres, qué cosas.
Yo creo que sí se puede, que uno puede ser un sociópata de libro para algunas personas y para otras no.
EliminarA mí me da miedo pensarlo, en serio. Yo pienso: y si alguna vez se me va la pinza y yo que sé lo que me da por hacer.
ResponderEliminarLuego están las pequeñas maldades, pero sé que no te refieres a eso.
A mí también me da miedo a veces cuando me paro a pensarlo, así que sí, sé lo que quieres decir.
EliminarTodos podemos ser extremadamente crueles bajo las circunstancias "adecuadas". Todos.
ResponderEliminarY tanto que sí.
EliminarYo no soy mala persona y prefiero hacer la vida agradable a la gente que tengo a mi alrededor. No me gusta machacar a nadie, ni aprovecharme...en fin que mi crueldad es negativa. Sin embargo, se que tengo un lado cruel. Que no me gusta y que pocas veces sale a relucir, pero cuando sale, efectivamente es porque se dan las circunstancias. No me gusta, pero se que la crueldad forma parte de mi igual que la bondad. La segunda domina mi personalidad, pero la primera existir, existe.
ResponderEliminarAlgo así es lo que supone la banalidad del mal: que todo el mundo es susceptible de "monstruizarse" si se dan las circunstancias adecuadas...
EliminarTodo depende del enfoque que le des...
ResponderEliminarMirad al bueno de Dexter Morgan, por ejemplo.... :D
Es un personaje de ficción XDD
EliminarMuchos querríamos llevarlo a la realidad XD
EliminarJack veo que coincidimos en algunas cosillas :P
A veces me sorprendo preguntándome este tipo de cosas. El otro día me decía que era imposible que personas como Gandhi, Madre Teresa de Calcuta, etc., no podían ser siempre buenas personas. Algo tiene que haber en sus vidas, un comportamiento, un pensamiento, algo que sea negativo.
ResponderEliminarTodos somos potenciales monstruos, aunque no todos seamos sociópatas xD
Me pasa igual que a Perri, a veces no consigo evitar que mi lado malo salga. Menos mal que la experiencia ayuda a dominar y canalizar los sentimientos...
Claro, si eso -a mí, al menos me pasa- lo vemos cuando leemos una historia... El que es bueno, o perfecto, o lo que sea es sospechoso, al menos para mí. Todos tenemos una pequeña lucha interna de vez en cuando.
EliminarVaya, no me funciona el responder xDDD
ResponderEliminarQuería decir "veo que a pesar de la mierda de redacción de mi comentario has entendido lo que quería decir" jajajaja
Voy a por el zumo, a ver si las vitaminas me aclaran la mente.
JAJAJAJA, no olviden mineralizarse y supervitaminarse :D
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