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Mostrando entradas de agosto, 2020

Me va a dar algo.

 Este tramo final de las vacaciones está siendo un poco... tenso, por decirlo suavemente. Llevo unos días que me subo por las pareces, irritable, incapaz de centrarme en nada, al nivel de que me dicen cosas y no las escucho, es como si no me las hubieran dicho o me hablan y en mi mente suena todo en modo "blablablabla". Me resulta súper embarazoso y me siento ridícula cada vez que le tengo que decir a mi pareja que me repita algo que me ha dicho hace 10 segundos porque he sido incapaz de enterarme del mensaje. Además, estoy durmiendo fatal. Duermo, por lo general, aunque me cueste. Es muy, muy raro que yo tenga episodios continuados de insomnio. Sin embargo, me despierto con dolor en las manos o con los puños apretados, con dolor en las piernas por haber estado haciendo fuerza o en tensión, con la lengua presionando los dientes... Duermo, sí, pero no descanso y mi cuerpo, en lugar de encontrarse mejor, se resiente cada noche un poco más.  Sé lo que pasa, ya me ha pasado antes

El lado malo de la almohada

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  Siempre me han llamado la atención las supersticiones personales, esas que son íntimas, que no sabemos de dónde vienen, porque sí, puede que alguien le tenga tirria al color amarillo o que se niegue por todos los medios a pasar por debajo de una escalera, eso no nos extraña demasiado. Sin embargo una persona que tenga que tocarse la nariz cada vez que cruza una puerta sí resulta más llamativo, precisamente porque es algo único.  Yo tengo alguna de esas supersticiones o manías. Se trata de creencias absolutamente ilógicas que no sé de dónde he sacado y que, pese a saber que no tienen ningún sentido, ahí siguen, en la parte de atrás de mi cerebro, listas para saltar. Hoy os voy a hablar de una de ellas: creo que la almohada (todas las almohadas) tienen un lado bueno y un lado malo. No sé de dónde viene, solo sé que desde que era muy, muy pequeña ha estado ahí. Nunca lo he hablado con nadie, así que no sé, a lo mejor es mucho más común de lo que yo creo (por favor, contádmelo si es así)

Bonita de cara

  Anoche salí. Tenía una cita programada, algo que celebrar. Era la ocasión perfecta para estrenar ropa, así que dejé sobre la cama mi falda de estampado vichy y mi camiseta con escote peligroso. Anteayer me lavé el pelo y puse mucho, mucho empeño en que quedase bien. Ayer me pasé el día con una redecilla puesta para aguantar el calor sin que se deshiciesen los rizos. A las ocho menos algo de la tarde me puse las lentillas y empecé a maquillarme. Saqué el arsenal completo de sombras (ya que el maquillaje de labios pierde bastante el sentido cuando llevas todo el rato la mascarilla puesta; aún así, yo me pongo mi mejor labial permanente porque me hace feliz saber que llevo los labios pintados) y me decidí a hacerme un gran maquillaje. Busqué en Internet y encontré maquillajes inspirados en el atardecer. Intenté coger algunas ideas y me extendí con los tonos naranjas, amarillentos y amoratados del crepúsculo. Bien de rímel, mi mejor iluminador, las cejas perfectas. Después puse crema ant

Compro y opino: Copa menstrual Enna cycle.

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 ¡¡Hoooola, hola!! Bueno, pues aquí estoy con una riviú de esas que hacen las influencers. Bueno, no, las influencers hacen collabs, que les mandan las cosas y hasta les pagan. Yo me las compro. Vaya, que lo que yo soy es una pringada.  Pero vengo a hablaros de una cosica que me recomendaron mucho en Twitter cuando empecé a hablar de copas menstruales y, la verdad, merece la pena.  Se trata de la copa menstrual Enna cycle. La compré por algo menos de 25 euros en una web y lo que contiene la caja es: Dos copas menstruales (de la misma talla) Un envase esterilizador. La verdad es que por ese precio está bastante bien. Por lo que he leído las copas menstruales que han sacado algunas cadenas de supermercados rondan los 9 euros y su calidad no es del todo buena, así que en proporción creo que salen más o menos igual o incluso más baratas, pues incluye en envase para esterilizar la copa menstrual. Pero si me han dado ganas de hablaros de esta copa no es solo por el precio, que me parece que

Sé bailar ye-yé.

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Hay veces que, para hacer la gracia, cuando estoy con gente hablando de sus talentos, bromeo diciendo: «Cuidado, que no os quiero enamorar, pero sé bailar yeyé». Detrás de esa afirmación hay una historia bastante tierna (a mí me lo parece) en la que está involucrada ─redoble de tambores─ mi madre. Me pone un poco triste hacer memoria y ver que hay muy pocas anécdotas tiernas o divertidas de mi infancia en las que participe activamente mi madre. No obstante, hay dos momentos clave en los que participó: la recuerdo vigilando mis recreos desde la reja del colegio para evitar que me hicieran daño y la recuerdo llevándome a la biblioteca y haciéndose un carnet para que yo pudiera sacar libros cuando tenía solo 5 o 6 añitos. Pocos recuerdos, pero importantes. El de hoy, en cambio, no es tan relevante, pero me resulta imposible recordarlo sin sonreír y eso es muy bueno, así que lo voy a compartir aquí. Resulta que era un sábado cualquiera. Yo era pequeña, debía de tener unos 6 años. Mi madre

Algo más que una habitación propia.

En el famoso ensayo de Virginia Woolf titulado Una habitación propia se dice que para escribir una mujer tiene que tener dinero y una habitación propia. Ojalá fuese solo para escribir. Tengo la firme convicción de que el grado máximo de libertad de una mujer se alcanza cuando tiene dinero propio (suficiente para vivir y hacer frente a algunos imprevistos) y una casa propia (este "propia" no implica necesariamente en propiedad). Poder sostenerme por mí misma y contar con un espacio al que pueda llamar mío han sido dos metas importantísimas para mí desde que acabé mi anterior relación. Considero que haberlas alcanzado (una de ellas completamente, otra a medias) son dos de los logros más importantes de mi vida.  El día que supe que había ganado la plaza de funcionaria mi padre lloró. Mi padre, ya lo sabéis, es uno de esos hombres de antaño que no se permite llorar, pero ese día lloró y me dijo, con alivio, que ya tenía la vida resuelta. A él el hecho de que yo fuese a tener un s