Mis niños.
Este año vuelvo a ser tutora, pero en lugar de tener una tutoría de adolescentes mayorzotes de 2º de Bachillerato (cosa que disfruté a muerte), me ha tocado una tutoría de adolescentes que, si no tienen el pavo, están a punto de cazarlo. En fin, ahí estoy, con 31 almas de entre 13 (casi 14) y 15 años, a los cuales tengo que aconsejar, guiar, conseguir que se lleven bien, que no tengan problemas académicos, de comportamiento, que se sientan bien consigo mismos, reforzar su autoestima y un millón de cosas más. Comprenderéis el vértigo. Con los mayores me resultaba más fácil o, al menos, me sentía más confiada. Esta semana he tenido mi primera sesión de tutoría con alumnos. Por suerte, en mi centro, el equipo de orientación se implica bastante y nos están dando muchos recursos para que, en estos días, los alumnos se conozcan y vayan estrechando lazos. Quizá es eso lo que más me preocupa: que no se lleven bien. Un grupo de alumnos mal avenido es una fuente inagotable de problemas y, adem