De las dudas infinitas.
La niña observa su obra desde todos los ángulos posibles, rodeando el castillo de arena, deteniéndose en cada flanco, agachándose para verlo de cerca y dando un paso atrás de vez en cuando para contemplar el conjunto. Toma la pala y derrumba una de las torres. Llena el cubo con los escombros de la construcción recién derruida y los prensa bien. Después, toma el recipiente entre sus dos manitas y se concentra (puede verse que está concentrada porque saca la punta de la lengua por un lado de la boca) unos instantes antes de volcar el cubo en el solar que había despejado poco antes. Vuelve a repetir el proceso: mirar de cerca, de lejos, alrededor... Su padre la observa desde la distancia y sonríe. No se lo dirá, es muy pequeña para entenderlo todavía, pero cuando la mira le parece mentira que él haya tenido parte en la creación de toda esa magia. ¿De dónde sale esa curiosidad, esa dulzura inagotable, ese inocente sentido común? Suspira. Se imagina cómo será ella cuando tenga la edad