Entradas

Mostrando entradas de mayo, 2018

Libro: Bellas durmientes, de Stephen y Owen King

Imagen
Puf, con lo que me gustaba a mí hablar de libros y lo que hace que no lo hago. Y leo. No tanto como me gustaría, pero leo. Lo que pasa es que de poesía no me atrevo a hablar, y con las novelas voy súper lenta. Sobre todo porque me cojo tochos considerables, como este.  Pero bueno, allá voy. He sacado tiempo para una fichita breve. ¿De qué va el libro? En un determinado momento las mujeres del mundo comienzan a no despertarse tras dormirse. Poco a poco son envueltas en una especie de capullos, como de gusanos de seda, y despertarlas les provoca una reacción poco deseable. Ese momento coincide con la llegada a Dooling de Evie, una ¿mujer? extraña que parece tener la clave de lo que está pasando. Poco a poco las mujeres van durmiéndose, y los hombres heredan, realmente, el mundo. ¿Serán capaz de mantener el orden y de salvar la raza humana? Hablando del libro... La verdad es que el libro prometía. Tenía la sensación de que Stephen King se había subido al carro del feminismo

Ventanas.

Siempre me ha inquietado bastante, al llegar a vivir a un lugar, cómo serán mis vecinos. Es cierto que las cosas que los vecinos hagan o dejen de hacer -fumar en el ascensor, sacudir las miguitas por el patio interior, poner la música demasiado alta- son pequeños detalles, pero los pequeños detalles tienen una importancia descomunal. Por eso me empeñé tanto en ver qué tipo de gente vivía en este edificio antes de comprar el piso. Me costó convencer al dueño, pero finalmente pactamos un alquiler con opción a compra. El trato era muy beneficioso para él y yo, si no me quedaba el piso, perdía bastante dinero, pero decidí que era lo mejor para mi paz mental.  Por desgracia, poco después de haber comprado el piso, tras vivir en él varios meses, llegó un vecino nuevo. Había comprado el piso de al lado y las ventanas de nuestras respectivas cocinas compartían altura y daban ambas al patio interior. Podríamos habernos estrechado la mano a través de las ventanas, incluso habernos dado d

La poesía nos hará.

"Ven a dormir conmigo. No haremos el amor: él nos hará." Cortázar.  Me gusta mucho escuchar de los distintos tipos de procesos creativos de los poetas. Mi favorito es el de Gloria Fuertes. Gloria escribía en cuadernos. Luego evaluaba las poesías con ceros: cuantos más ceros, mejor era la poesía a su modo de ver (qué especial era Gloria). Finalmente, las pasaba a máquina, casi sin tocar nada, porque la poesía era así, como le salía. La poesía la hacía a ella y ella se dejaba hacer, supongo. Quizá me gusta tanto porque me reconozco en su manera de crear. Otros poetas escriben los poemas y los olvidan. Vuelven a ellos con ojos extraños y, entonces, moldean esa primera materia hasta convertirla en algo que consideran digno. A veces, incluso, vuelven a olvidar. De tal forma que un poemario puede tratar años y años en gestarse y la obra inicial puede parecerse bien poco a lo que queda al final. Últimamente me ha pasado una cosa curiosa. Empecé a trabajar en un po

Déjà vu

Esto ya lo he vivido otras veces. Bastantes a decir verdad. Debería intentar ilusionarme menos o, si soy incapaz, dejar de intentarlo. Hace poco presenté un poema a un concurso. Era un concurso local. aunque Córdoba es grande, no sé, era un concurso destinado solo a jóvenes, y bueno, tenía puestas algunas esperanzas en él. No esperaba ganar, pero no sé, quizá ser finalista... El poema me gustaba mucho, creo que es bastante bueno, no sé. La cosa es que hoy ha salido el fallo del jurado y bueno, nada. Como siempre. Mentiría si dijese que me da igual, que no me ha afectado. Mentiría como una bellaca. Y no soy de mentir. Estoy trabajando en un poemario para presentarlo a un concurso. Ya tenía candidato. Un concurso, también local, con un premio no demasiado grande. Algo que consideraba a mi alcance. Pero ahora mismo, la verdad, tengo las ganas bajo mínimos. Lo haré, supongo, acabaré de corregir y organizar los poemas, los imprimiré por triplicado y los mandaré con ninguna esperanza. Y

"Siempre busqué el valor en los brazos del miedo".

La cita es de Ángeles Mora. La encontré ayer, al principio de un poema sobre los veranos de su infancia, sobre la parálisis que la invadía antes de hacer algo arriesgado y sobre cómo, a pesar de todo, lo hacía. Conozco esa sensación. Siempre digo que no soy una persona valiente, pero aquí estoy, viviendo sola, a bastantes kilómetros de mi familia, ante una incertidumbre vital brutal (no todo es la economía, por si pensáis que va por ahí), intentando encontrar mi sitio en el mundo. Y todo esto lo he hecho "sola" (la gente que hay alrededor influye, facilita o dificulta, pero en esencia, estoy aquí por mis santos ovarios y mi voluntad). Eso sí, lo he hecho muerta de miedo. Pero lo he hecho. Reconozco también esa actitud, esa sensación, en un buen amigo. Estamos, salvando unas cuantas distancias, en momentos vitales un poco parecidos. En algunas cosas yo voy un pelín por delante, ya he encontrado ese valor en los brazos del miedo, así que intento tranquilizarlo y decirle que

Mi tierra.

Imagen
El otro día andaba yo hablando con un amigo, si se puede llamar a lo que hacíamos hablar, sobre el flamenco, concretamente sobre las sevillanas. La Feria de Córdoba está cerca y yo ya empiezo con mi repaso de las sevillanas. No sabéis lo muchísimo que me gusta ser capaz de bailarlas, sabiendo que he aprendido yo sola, que conseguí defenderme practicando conmigo misma. Siento mucha satisfacción cuando consigo algo por mí misma, pero si encima lo que hago es algo bonito y, si encima, implica coordinación física, pues ya es la monda. Es que estoy, de nuevo, flipada con las sevillanas. Sé que esto es un pensamiento puramente "guiri", pero no veáis lo bonito que es ver el montón de faldas y volantes de distintos colores moviéndose a la vez, girando al tiempo en una caseta de feria (o donde sea). Lo que no esperaba yo es que las sevillanas pudiesen ser tan sensuales como un tango. Y el otro día, de casualidad, llegué a este vídeo y comprobé que sí, que pueden serlo... Así qu

Hermenéutica del romanticismo.

Imagen
¡Hola, hola! Cuantísimo tiempo. Dad las gracias a que he encendido el portátil porque, idiota de mí, he decidido actualizar el sistema operativo. Y ahora, ya que está puesto y aprovechando que no es demasiado tarde, me he dicho: "Bettie, hace la misma vida que no actualizas el blog". Y aquí que me he venido, a contaros alguna cosilla rápida. La cosa es que hace unos días vi una situación que os quería contar. Así que, nada, allá vamos. Resulta que estaba yo con @Kyol en La Mejor Heladería de Córdoba (TM), a.k.a. Il Piamonte, tomando un heladito la mar de a gusto y charlando con mi acompañante, cuando veo pasar a un señor con las manos a la espalda y, en una de ellas, una flor pequeñita y naranja. Era como una margarita chiquita, a medio abrir.  Se dirigía a la mesa de una señora con cara de impaciencia. Yo, que soy muy observadora a veces, me puse casi igual de nerviosa que él. –No puedo, no puedo, no puedo, no me digas que va a hacer lo que creo que va a hacer... –le