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Mostrando entradas de abril, 2024

«¡Qué triste comer solo!»

 Eso es lo que he oído esta mañana en la radio cuando iba camino del trabajo. La mala leche que se me ha levantado ha sido tan real que he murmurado un sentío «Que te follen» entre dientes.  Es que tiene huevos decir eso, aunque sea verdad. Porque somos muchas las personas que comemos y cenamos solas día sí y día también y si estamos en paz con nuestra situación no necesitamos escuchar esa mierda y si no lo estamos tampoco. Vivir solo, hacer cosas solo, puede ser una elección o un accidente y se puede estar más o menos conforme con la situación. En cualquier caso, quienes vivimos así no necesitamos el juicio ni la pena de nadie.  Como ya he dicho en alguna ocasión, desde bien pronto en mi vida aprendí que hay cosas bastante peores que estar sola. Fue cuando aprendí a hacerme invisible. Con el tiempo he ido cogiendo la inercia de hacer las cosas sola, por defecto. Por un lado, estoy tan acostumbrada que ya me resulta lo más cómodo. Por otro, es tan frecuente que no tenga con quien hacer
 ─¿Sabes? Cuando estoy contigo siento que estoy donde tengo que estar. Como si perteneciera a algo, como si por fin hubiera encontrado mi sitio. ─Yo... Bueno, es distinto, pero es parecido. Cuando no estás siento que me falta algo. Si tú no estás me siento raro, distinto a todo el mundo. Cuando tú estás conmigo se me olvida, no siento esa extrañeza. ─Es agradable, ¿verdad? ─Lo es, sí. Mucho.  Pero no duró para siempre. Ni siquiera duró mucho tiempo. Fue apenas un parpadeo, un sueño. Y cuando despertó, su soledad y su extrañeza seguían allí, más fuertes que nunca, infectándola de pena y miedo, haciéndole preguntarse si había merecido la pena. 

Este modo de querer(te)

 «No sé qué haré  cuando despierte con este modo de quererte». Así dicen los versos de Benedetti que Rocío Márquez canta en uno de los temas de su disco «El Niño» . Recuerdo que se lo enseñé y me dijo que no entendía lo que quería decirle. Yo sí, claro. Sé que mi modo de querer no es apto para todos los públicos. Y la verdad, no creo que sea para tanto. Imagino que mi amor es como el café: no todo el mundo está preparado para un café fuerte de verdad. Sí, ya: qué pretencioso. La otra opción es asumir que tienen razón y que mi manera de querer es defectuosa o excesiva, o, sea por lo que sea, inadecuada. Y ahí no vuelvo. Quien me quiera va a tener que aguantar mi modo de querer o no quererme. Hasta ahora la respuesta ha sido la que ha sido, claro. Y todo bien, no pasa nada.  Lo que no quiero es que me mareen. No estamos pa eso, que ya tenemos una edad. Como dice mi paisana Karmento en su canción «Fangos»     «Si picas a mi puerta  vente con flores y cantos no me traigas otros fangos que