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Mostrando entradas de marzo, 2022

De otra pasta.

  A veces, en los momentos medio bajos (porque en los bajos bastante tengo ya con lo mío) me paro a pensar en si soy más débil de lo que lo eran mis padres. Te aseguro que es una mejora. Antes directamente me preguntaba por qué era tan débil.  Supongo que ayuda ver que, de alguna forma, no es algo solo mío. Mi hermano, que es todo lo contrario a mí, también ha dejado ver sus costuras últimamente y me ha mostrado que, como a mí, la vida se le hace bola y tiene muchísima mierda con la que lidiar. Y mi hermano es una bestia parda. Así que no soy solo yo (desde luego) ni la gente que se me parece (gente sensible, con estudios, urbana, privilegiada, blablabla) la que está hasta el último pelo de lo más alto de la cabeza de esta mierda. Los millenials estamos hartos, cansados, amargados. ¿Somos «peores» que nuestros padres? ¿Más débiles, más frágiles, más quejicas?  Ojo, que no quiero ponerme anairis de la vida. Mis padres no eran funcionarios de Correos ni nada por el estilo, y esa es la co

Tan, tan cansada.

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 Hoy he cerrado la puerta de casa y me he echado a llorar. Tal cual. Ha sido inmediato. Y no ha sido un llanto leve, no. Parecía que se me hubiera muerto alguien. O algo. O yo qué sé.  Y no me pasa «nada». Solo que estoy cansada, pero mucho. Exhausta. Un nivel de cansancio capaz de hacerme llorar como les pasa a los niños pequeños cuando están agotados.  Pero estoy bien . Y por bien quiero decir que no estoy deprimida, que no es como el año pasado. Mi ánimo mejora en cuanto encuentro tiempo para mí y para descansar. El problema es que no lo tengo.  Me parte el corazón que este esté siendo, últimamente, mi estado normal.  Espero que tú, al otro lado, estés mejor :)