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Mostrando entradas de septiembre, 2022

"Hago pipí perfectamente".

  El título del post de hoy se lo debo a este MARAVILLOSO, ESTUPENDO, GENIAL hilo de @Miss_Calorie. Te animo a que lo leas.  Cuando yo lo leí por primera vez me explotó la cabeza porque, ¿sabes qué? Que he vivido desde bien pequeña con miedo al hambre. ¡Gracias por eso también, querida cultura de la dieta! Cuando empecé con mi nutricionista no me dio muchas pautas, eran pocas y bien sencillas, y una, la más básica, era no comer sin hambre. Tiene todo el sentido del mundo, ¿verdad? Igual que no vas a hacer pis si no tienes ganas, pues no tiene sentido que comas si no las tienes.  Pero como en otras muchas cosas en la cultura de la dieta, el que algo no tenga sentido no tiene importancia. La cultura de la dieta tiene una relación insanísima con el hambre. Por un lado, propone una alimentación restrictiva y pautada que provoca un hambre casi constante (y no hablo de antojos o caprichos, hablo de hambre de la que duele) y, por otro, demoniza el hambre. Tener hambre es de gordas, vaya. Com

Amor─amor (pero no el de Cacharel)

 Es una pena que no tenga el tiempo ni la paciencia para escribir ensayos. ¡Qué cojones! Si ni siquiera soy capaz de escribir un post de blog medio coherente y cuidado, voy siempre a salto de mata... Pero digo que es una pena porque de vez en cuando se me ocurren ideas interesantes. Por ejemplo hoy se me ha ocurrido que el amor─amor probablemente empieza cuando cuando decae el romanticismo.  Es fácil querer a la persona de los grandes gestos, la persona siempre atenta, arreglada, preparada para cualquier eventualidad posible, la que tal vez no lleva máscara, pero sí una capa de maquillaje que te cagas de gruesa. No me digas que no: todos hemos estado en esa fase. Y, como estaba diciendo, no tiene mérito ni complicación querer a alguien que se esfuerza tanto en complacernos. Eso es el modo fácil. El amor─amor, ese amor épico, profundo e intenso creo que empieza a manifestarse cuando la épica deja de ser la tónica. Querer a la persona despeinada, desmaquillada, con cambios de humor, con

Alabado sea el fuertecismo.

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 Hay días que son una soberana mierda. Las cosas como son. Hoy ha sido un lunes súper lunes, y eso que en el trabajo las cosas han ido bien, normal, pero no paro de echar de menos y aunque sé que eso me drena energía, no puedo evitarlo. Tampoco ha empezado muy bien el día: he dormido poco y mal. Por lo menos los lunes sí puedo compartir un rato al medio día con el parejo, que algo es algo (estoy llevando muy mal la vuelta a la rutina rollo Lady Halcón, la verdad), pero, me repito, salvo ese detalle y poco más el día ha sido bastante mojoner .  Me he propuesto como objetivo de bienestar de la próxima quincena meditar todos los días un poco. No soy nada ambiciosa: 10 minutitos. Noto que después de meses con la ansiedad bastante a raya mi querida amiga está volviendo a ponerse fuerte y quiero ponerle cortafuegos. No te voy a mentir: hoy lo de la meditación ha funcionado regumal. También es normal, claro: diez minutos y encima el primer día después de eones. Milagros a Lourdes, claro. Pero

Vestido verde: EL RETONNO.

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  En esta entrada hablo de mi proceso de cambios en la alimentación, de la pérdida de peso que está teniendo como consecuencia y de los cambios en la percepción de mi propia imagen. Si estos temas pueden ser delicados para ti, tal vez no deberías seguir leyendo. Eso sí: eres maravillosa tal y como eres.  Ya conté hace unos días que últimamente estoy perdiendo peso sin hacer uso de la tan mentada fuerza de voluntad , más bien a golpe de tarjeta de crédito (más allá de los honorarios de mi nutri, que son bastante ajustados, comer bien es muy caro).  A consecuencia de esa pérdida de peso he empezado recientemente a notar cambios en mi imagen y en mi ropa, he empezado a verme mejor. Eso hace que me sienta más a gusto delante de los espejos (mis archienemigos) y que mi autoestima esté un poco más alta. Y eso, a su vez, ha hecho que me atreva a enfrentarme a un momento difícil con un buen estado de ánimo: me he probado EL VESTIDO VERDE.  (He ido a ver si había hablado del VESTIDO VERDE por

¿Y qué hay de lo mío?

 Hoy tengo una sensación de fracaso absoluto. Una de las frases que más digo es «no me da la vida», pero es que no me da la vida. Tengo la sensación de no estar haciendo mi trabajo todo lo bien que me gustaría por falta de tiempo (y porque me niego a dedicar el 100% del tiempo que estoy despierta a trabajar, perdon't). ¿Sabéis que dentro del horario de los profesores no hay horas dedicadas a preparación de clases, corrección de ejercicios ni nada que se le parezca? En serio. En nuestro horario regular (el que se hace en el centro) están las clases, las guardias, reuniones de coordinación, labores de tutoría (nunca es suficiente el tiempo que nos dan para esto, la verdad) y similar. En el horario no regular, esto es, el que se hace fuera del centro, están las evaluaciones, los claustros, la formación, la participación en consejos escolares y otras actividades, etc. etc. No hay ningún apartado para planificar las clases o para evaluar el producto de los aprendizajes del alumnado. ¿No

Siempre a tope.

  Ayer veía a un tolai de los interneses decir, básicamente, que en las relaciones hay que ir siempre a tope. Que si un día no te apetece estar tan cariñoso con tu pareja o lo que sea, que no pierdas el tiempo, que no estás enamorado y que mejor pasar a otra cosa. Que era un tolai, ojo, no le doy mucha importancia. Espera, que todo va a tener sentido, creo. Esta mañana alguien compartía una foto de una Gran Vía desierta en tuiter. Era una foto del confinamiento, claro. Otro tuitero le comentaba que le parecía que aquello había sido una pesadilla a veces. Yo, por el contrario, y de no haber sido por el pequeño detalle de que había una pandemia mundial colapsando los hospitales y cargándose a la gente, lo habría vivido como un sueño. No sabía cuánto necesitaba esa lentitud hasta que la tuve. El mundo es, para mí, como una canción en la que la música va más rápido de lo que yo puedo cantar. No sé si puedes hacer el esfuerzo de imaginártelo, pero por si acaso no, ya te lo digo yo: no es ag

Expectativas bajas y aún así.

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 Yo anoche me acosté con pocas expectativas para el día de hoy y cuando ha sonado el despertador, la cosa tenía buena pinta: he dormido tapada con mi manta gustosita y razonablemente bien y no me encontraba ansiosa ni más nerviosa de lo razonable. Yo solo esperaba poder reservar una invitación para un concierto gratuito el sábado y que mis alumnos parecieran majos.  Lo primero no va a ser posible porque, aunque las invitaciones se abrían a reserva a las 9, a las 9.01 ya se habían acabado todas. La cara que se me ha quedado y el cabreo ha sido interesante porque ME APETECÍA MUCHÍSIMO. También os digo que me lo esperaba: lo gratis vuela. Pero leñe... Precisamente por eso estaba a las 9 en la página. Pues ni así.  Pero por si eso no fuera poco, tenía una notificación electrónica de un organismo oficial que me ha dado una bofetada en la cara y me ha recordado lo inhumanas que son las instituciones, lo frías y asépticas (y no por ello más justas). No voy a entrar a explicarlo, pero me ha en

Por suerte.

 Hoy es un día de esos en los que puedo sentirme afortunada. O debo. O yo qué sé. La cosa es que estaba un poco nerviosa por el horario que me fueran a dar en el trabajo y bueno, ni tan mal teniendo en cuenta lo que me esperaba. Los he tenido peores.  Además supongo que también me ha pillado con una actitud distinta porque, de camino al trabajo, he visto en una plazuela, colgando de un poste metálico, un cuadro. A ver, he intuido que era un cuadro porque lo he visto desde atrás, pero al pasarlo y mirar lo he corroborado: se trataba de una pintura de una batalla que parecía sacada de las Mil y una noches (¿sabíais que desde hace 10 años hay un señor que se dedica a contar las Mil y una noches, una a una? ). No he tardado en descubrir qué hacía un cuadro ahí, en un poste en medio de una plaza, ya que justo enfrente, en un banco de hierro, duro como sus muertos, había una almohada grande y una manta perfectamente dobladas. Total, que me he colado sin querer en el dormitorio de alguien co

13/09/2022

Se me ha ocurrido que, de vez en cuando, podría escribir aquí como pequeños apuntes de diario. Por aquello de mantener este blog agonizando. Hoy ha sido un día agradable. Como había algo que celebrar, he ido con parejo a comer a un sitio unas hamburguesas riquísimas. Se me ha ocurrido que tal vez debiera darme la tarde libre, pero creo que la voy a necesitar más mañana y tal vez pasado, así que hoy he estado preparando apuntes y movidas.  En lo que pienso hoy es en que cuando a una le gusta cómo es, no merece la pena intentar ser de otra manera. Vale más esperar a que te quieran como eres. Si es que eso llega a pasar, claro. Si no, al menos siempre sabes que puedes disfrutar de tu propia compañía. Hoy de esos días en que más que lamentarme por lo sola que me siento a veces doy gracias por haber aprendido a estar conmigo misma.  Gloria Fuertes lo dijo mejor que yo (como muchas otras cosas): En las noches claras, resuelvo el problema de la soledad del ser. Invito a la luna y con mi sombr

Casi todo es cuestión de fuerza de voluntad.

 Y esa frase es verdad si cambias «fuerza de voluntad» por «dinero».  Recuerdo que hace unos cuantos años escuché una charla de un psicólogo (no recuerdo el nombre, ustedes me perdonen) que decía que la fuerza de voluntad no existe o, al menos, que nada se consigue principalmente con fuerza de voluntad. Es inmensamente más fácil dejar de fumar, por ejemplo, si cuentas con ciertas condiciones facilitadoras que si  tienes fuerza de voluntad, sea lo que sea eso, y por mucha que tengas. Lo mismo ocurre con la alimentación saludable y la pérdida de peso. Y aquí es donde voy. Desde la sociedad gordófoba y pesocentrista en la que vivimos, estar/ser gordo está mal (sí, parece que la gordura tiene implicaciones morales) y dejar de serlo es una cuestión de fuerza de voluntad. Si no adelgazas es porque no tienes fuerza de voluntad, porque eres débil. Y la explicación gusta, porque es sencilla y porque si no somos gordos nos hace sentir, de alguna forma, superiores: nosotros sí tenemos lo que hay