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Mostrando entradas de diciembre, 2022

El carpe diem y la hipervelocidad.

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 El otro día estaba hablando con mi padre de salud mental y me descerrajó, con toda la naturalidad del mundo, la misma idea a la que yo llevo dándole vueltas meses y meses: estamos mal porque el mundo va demasiado rápido, más rápido de lo que podemos soportar sin perder la cabeza. Os juro que lo dijo así, como si estuviera diciendo cualquier cosa. Mi padre, casi analfabeto, tiene una clarividencia que no deja de asombrarme.  Y creo que es eso. Si antes tenía bastante convicción, después de que mi padre coincida conmigo estoy segura: la vida nos pasa demasiado rápido como para que podamos disfrutarla. El carpe diem en los tiempos de la hipervelocidad es todo un reto. Quizá por eso, porque me he dado cuenta del reto que supone, unido a que estoy muy en modo «cierre de capítulo» (se acaba el año, en nada cumplo 35), estoy empeñada en vivir, en aprovechar momentos, en hacer valer mi tiempo (tanto como el capitalismo, el adulting y la hipervelocidad me dejen e incluso un poco más si puedo).

La vida es bella hasta que se demuestra lo contrario, esto es, con frecuencia.

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 Ayer escribí un poema. ¡Y qué poema! Estaba yo imbuida de un cierto optimismo (cosa que no me pasa todos los días) y, mientras esperaba que acabara de centrifugar la lavadora (había salido muy húmeda tras lavarla, debí equivocarme al poner el programa) me puse a escribir contradiciendo a Rosario Castellanos. De ella había leído este poema.  «¡Claro que el amor es también polvo y ceniza! ¿Es que hay algo humano que no acabe siendo algo así? ─me dije─ ¡Pero eso no significa que haya que dejar de amar!». Como ves, estaba poseída por una intensidad desbordante y, como ya he dicho, optimista. Todo lo optimista que últimamente llego a ser.  Así que, como te he contado, me puse a escribir. Y me salió un poema del que me sentí orgullosísima. Hablaba de cómo ser humano es tener siempre las manos sucias, estar hincado en la mierda hasta las rodillas y que todo sueño se enturbie al hacerse realidad. Una cosa así. Pero acababa diciendo que, a pesar de todo, seguimos buscando la hermosura y consum

Navegar el deseo, conquistar el placer.

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  Anoche estuve viendo una peli: Buena suerte, Leo Grande. En ella una profesora de religión jubilada, Nancy (Emma Thompson), tras enviudar, decide contratar los servicios de un trabajador sexual, Leo (Daryl McCormacK), para descubrir qué es el sexo, para vivir algo distinto que quedarse tumbada mientras otra persona se desahoga sobre ella, que es básicamente lo que ha hecho durante toda su vida. Nancy recibe a Leo en una habitación de hotel y pasan cosas .  Me gustó tanto, tantísimo la película... No te haces una idea. Emma Thompson está soberbia. Diría que te la crees, pero es que sobrepasa el nivel de verosimilitud y la credibilidad. Qué maravilla de señora, por favor. Y me hizo pensar. Me está haciendo pensar, mucho. En el deseo y en el placer, claro, ambas cosas que están vetadas a las mujeres de bien. Tal vez digas: «No, hoy en día ya no». Yo creo que te equivocas, pero bueno, vamos a encontrar un punto medio: hoy, en el mejor de los casos, deben ser adecuadamente racionadas y d