Marcharse. Volver. Volar.
En los últimos días se ha hablado bastante de pueblos, o yo he visto hablar bastante de pueblos, al menos. Como en cada ocasión que se habla de algo, no hay diálogo, sino batalla encarnizada. Criticar cualquier cosa de algo supone, automáticamente, estar en contra de ese algo. Por ejemplo, decir que en los pueblos, por lo general , hay menos tolerancia hacia los homosexuales y las lesbianas te convierte, sin grises que valgan, en un clasista que cree que la gente de los pueblos es peor, inculta, cerrada, y todo porque es más pobre. Y en fin, ese tipo de cosas. Yo no hablo mucho de pueblos, pero lo que digo lo digo con conocimiento de causa. Apoyado en mi experiencia, evidentemente, pero es que 22 años viviendo en un pueblo te dan, creo, cierta capacidad de hablar de cómo es tu pueblo y los que conoces. Y, como suele ocurrir con cualquier cosa cuando la conoces de cerca, no todo es de color de rosa. No niego que soy de pueblo. No intento disimularlo. Es un hecho, forma parte de lo q