Un alumno nuevo.
Hoy salí del trabajo deliberadamente tarde. No quería coincidir con la cascada de compañeros, alumnos y coches de la salida. Cuando he llegado al patio el centro parecía desierto. Me resulta reconfortante ver vacíos lugares que no suelen estarlo: es como si los hubieran cerrado para mí. Me encaminaba ya a la salida cuando me he encontrado en unos escalones a un chaval desconocido cargando una mochila de ruedas escalones arriba. Tenía cara de uno de esos niños de la Guerra, ¿sabéis? Con la cabeza redonda, los ojos grandes y el pelo rapado al dos. Como un Miguel Hernández en miniatura. ─Perdone, ¿me puede decir donde está la salida de mi curso? ─Ahora, con esto de los protocolos COVID los distintos cursos entran y salen por puertas distintas.─ Es que es mi segundo día en este instituto y ayer salí por la puerta de la entrada. ─Claro ─le he contestado con mi mejor sonrisa bajo la mascarilla─. Vente por aquí. Mira. Bajas estos escalones y allí, girando un poco, la ves. Me ha dado las