Entradas

«¡Qué triste comer solo!»

 Eso es lo que he oído esta mañana en la radio cuando iba camino del trabajo. La mala leche que se me ha levantado ha sido tan real que he murmurado un sentío «Que te follen» entre dientes.  Es que tiene huevos decir eso, aunque sea verdad. Porque somos muchas las personas que comemos y cenamos solas día sí y día también y si estamos en paz con nuestra situación no necesitamos escuchar esa mierda y si no lo estamos tampoco. Vivir solo, hacer cosas solo, puede ser una elección o un accidente y se puede estar más o menos conforme con la situación. En cualquier caso, quienes vivimos así no necesitamos el juicio ni la pena de nadie.  Como ya he dicho en alguna ocasión, desde bien pronto en mi vida aprendí que hay cosas bastante peores que estar sola. Fue cuando aprendí a hacerme invisible. Con el tiempo he ido cogiendo la inercia de hacer las cosas sola, por defecto. Por un lado, estoy tan acostumbrada que ya me resulta lo más cómodo. Por otro, es tan frecuente que no tenga con quien hacer
 ─¿Sabes? Cuando estoy contigo siento que estoy donde tengo que estar. Como si perteneciera a algo, como si por fin hubiera encontrado mi sitio. ─Yo... Bueno, es distinto, pero es parecido. Cuando no estás siento que me falta algo. Si tú no estás me siento raro, distinto a todo el mundo. Cuando tú estás conmigo se me olvida, no siento esa extrañeza. ─Es agradable, ¿verdad? ─Lo es, sí. Mucho.  Pero no duró para siempre. Ni siquiera duró mucho tiempo. Fue apenas un parpadeo, un sueño. Y cuando despertó, su soledad y su extrañeza seguían allí, más fuertes que nunca, infectándola de pena y miedo, haciéndole preguntarse si había merecido la pena. 

Este modo de querer(te)

 «No sé qué haré  cuando despierte con este modo de quererte». Así dicen los versos de Benedetti que Rocío Márquez canta en uno de los temas de su disco «El Niño» . Recuerdo que se lo enseñé y me dijo que no entendía lo que quería decirle. Yo sí, claro. Sé que mi modo de querer no es apto para todos los públicos. Y la verdad, no creo que sea para tanto. Imagino que mi amor es como el café: no todo el mundo está preparado para un café fuerte de verdad. Sí, ya: qué pretencioso. La otra opción es asumir que tienen razón y que mi manera de querer es defectuosa o excesiva, o, sea por lo que sea, inadecuada. Y ahí no vuelvo. Quien me quiera va a tener que aguantar mi modo de querer o no quererme. Hasta ahora la respuesta ha sido la que ha sido, claro. Y todo bien, no pasa nada.  Lo que no quiero es que me mareen. No estamos pa eso, que ya tenemos una edad. Como dice mi paisana Karmento en su canción «Fangos»     «Si picas a mi puerta  vente con flores y cantos no me traigas otros fangos que

Vida para una.

Imagen
 Con el tiempo he ido aprendiendo que la vida auténtica no consiste en ser coherente, sino en navegar contradicciones con cierta dignidad. Desde luego, lo segundo es más complicado que lo primero. Para ser coherente basta tomar una decisión y plegarse a ella sin pensarlo demasiado. Si lo piensas, la cagas: es entonces cuando surgen las contradicciones esas que hay que navegar. Y eso no es nada fácil.  Por ejemplo, tenemos la movida de la soledad. Una servidora está más que acostumbrada a la soledad. Por unas cosas o por otras, he tenido que entrenarme desde bien pequeña. Por supuesto, ha ayudado saber que hay cosas peores que estar sola. Así que he desarrollado una especie de autosuficiencia que hace que tienda siempre a apañarme por mi cuenta. Por ejemplo: soy de esas que saca la entrada de un concierto primero y luego, si acaso, pregunta si alguien quiere ir (normalmente la respuesta es que no).  A consecuencia de ello, no me he adaptado mal a mi «vida para una». Y sigo desbloqueand

Bumble: ON and OFF.

 El martes pasado activé Bumble de nuevo. En aquel momento me pareció una buena idea, no sé. Una mancha de mora con otra se quita, un clavo saca a otro clavo... En realidad yo lo que esperaba es que, de alguna manera, alguien consiguiera suplir el subidón de hormonas y neurotransmisores guays que me daba él. Buena suerte con eso, chata.   He tardado DOS días en darme cuenta de que no era buena idea. Dos días no es mucho, ¿verdad? Me he dado cuenta de que la mera idea de tener una cita con alguien me provocaba rechazo. Así, simple y llanamente. No pereza, no. Rechazo. Así que si ese era el mood , evidentemente, no estoy como tengo que estar para usar esas aplicaciones que ya de por sí me resultan desagradables, hostiles y, en general, pochas.  No obstante, en este escaso tiempo que he estado ahí he aprendido o recordado dos cosas. Lo cual no está mal, sale a una por día. Y allá voy, a compartirlas con vosotras.  Primera cosa: me repelen los guapos (y por una buena razón, generalmente). 

Yo quería.

 Claro que quería el final feliz, aunque sé que no existen los finales felices, solo los finales a tiempo. Nos dicen «y vivieron felices para siempre» y una se lo cree. Se lo cree porque quiere creer, porque la otra opción es el realismo frío, la desesperanza. Pero no sabemos qué pasó después de la boda, de ese noviazgo tan corto. ¿Sería el príncipe corresponsable? ¿Respetaría los límites de Blancanieves? ¿Llevaría a las extraescolares a los niños?  Creemos muchas cosas estúpidas. Como, por ejemplo, que quererse es suficiente. Luego una se da cuenta de que querer, querer mucho, si no se dan las condiciones, sirve, en el mejor de los casos, para quedar como una idiota y, en el peor, para que te hagan mucho, mucho daño.  Y, ¿sabes qué es lo peor? Que un día aprendemos, que nos damos cuenta de que esas cosas son mentira y que, a pesar de todo, algunas elegimos seguir creyendo. Sí, nos envolvemos en cinismo, renunciamos al cuento de hadas con la boca pequeña pero esperamos (porque vamos po

De 22:30 a 23:30: Hacer el amor.

 Hay una canción muy hippie, «Time of the Season» , que dice algo así que hay un tiempo en el que el amor es intenso, un momento en el que toca amar. Me pregunto qué momento es ese. Pareciera que el amor es una cosa que ocurre en segundo plano, todo el rato, sin tener que reservarle tiempo y espacio. Pero no, no es así: el amor se hace. Cuando hablo de hacer el amor no me refiero solo al sexo, sino a todos los gestos, tareas y rituales que requiere querer bien a otra persona. Que no son pocos.  En los últimos tiempos he conocido a alguien. Es alguien estupendo, del que me conquistó, en primer lugar, su buenísima conversación. Cuando quedamos la primera vez, dos horas y media pasaron en un suspiro. Sigue (seguimos) teniendo esa capacidad: cuando estamos juntos, simplemente charlando, el tiempo vuela. Y el tiempo es un recurso escaso y precioso hoy en día.  Desde un punto de vista absolutamente romántico lo que sale es decir «pues que el tiempo vuele, total, cuando te mueras no vas a ac