Con la mente abierta y el corazón en la mano.
Hoy hablaba con un lector de mi newsletter, César, y él me decía que le gustaba cómo llevo el corazón en la mano. Me decía que, igual que Pratchett comentaba que tener la mente abierta es problemático porque la gente intenta meter cosas, llevar el corazón el mano es peligroso porque a veces la gente te zarandea o lo coge, y lo tira, y se nos llena de polvo, y pelusas, por no hablar del topetazo. Pero que cogemos el corazón, lo sacudimos, lo lavamos un poquito y nada, a ponerlo a funcionar de nuevo, como si nunca hubiera pasado nada. Aunque haya pasado, añado yo, y ahí está el mérito. Es fácil sentir cuando no te han hecho demasiado daño. Es fácil ser inocente cuando todavía no te han engañado. Por eso en la adolescencia vamos así, con todo, de cabeza. Lo natural y normal es, a medida que vas viviendo y te vas llevando palos, tender hacia cierto cinismo o desesperanza, ¿cómo no? Aprendemos y hacemos predicciones, previsiones. Sabemos las cosas que pueden pasar. Nos preparamos para el