Zapatos buenos.
Os contaba hace AÑÍSIMOS que, cuando era pequeña, mis padres se gastaban bastante dinero en mi calzado y en el de mi hermano para que "no se nos deformaran los pies", y también os contaba que eso me causó alguna que otra frustración . Pero así era: la compra de zapatos era crucial y para una familia que pasaba estrecheces, como era la mía, el análisis del zapato perfecto era una cuestión de no poca importancia. Había que ajustar al máximo el presupuesto sin comprometer la calidad ni la durabilidad, que ya se sabe que sale muy caro ser pobre. Eso fue así durante mi infancia, pero al acercarme a la adolescencia la cosa cambió. Quizá porque ya no llevaba tanto zapato (ya no me hacía falta outfit dominguero de arregle) o a saber por qué, los zapatos dejaron de ser importantes. Comprábamos deportivas medio buenas en las rebajas, en ocasiones de pares sueltos y cosas así, que era el calzado que más utilizaba. Y para lo demás, nos apañábamos con el mercadillo y demás. De repente e