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Mostrando entradas de diciembre, 2019

El Tarro de Buenos Momentos. 2019 Edition.

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El tarro de 2018 está recogido aquí. Fin de Año significa para mí, desde hace ya unos cuantos, abrir el tarro de los buenos momentos y hacer recuento de instantes más o menos memorables. Por si alguien se lo pregunta, cada 1 de enero empiezo a meter en un bote papelitos con momentos memorables (y buenos, que los malos no suelen olvidarse tan fácil) y a final de año lo abro y pongo aquí el recuento. Por supuesto, no es un reflejo fiel  de la realidad: hay muchos momentos en los que se me olvida el tarro y que quizá merecerían estar aquí, pero al menos sirve para acabar el año con buen sabor de boca. También sirve para meter la mano a mitad de año si se necesita pensar en algo positivo cuando se ve todo negro.  Bueno, allá vamos. A ver qué tal se ha dao. Que la nueva actualización del móvil tenga radio. Ojo cuidao, que casi me da un chungo cuando vi que mi móvil no tenía aplicación de radio, pero 3 días después de tenerlo lanzaron una OTA que añadía la app de radio. A ve

Hoy he visto... (II): sonrisas cruzadas.

Salgo del trabajo y me pongo los cascos. Últimamente me ha dado por escuchar Radio 3. A la hora que salgo suena "Cuando los elefantes sueñan con la música", un programa de música brasileña. A priori, no habría dicho que me interesa, pero sus ritmos me ponen de buen humor después de la jornada. Ya estoy cerca de casa, voy escuchando esa música, que parece acunarte, y me sale una sonrisa. Levanto la vista justo a tiempo para cruzarme con un chaval joven, también con los cascos puestos, que va sonriendo.  Nos miramos un instante, viéndonos sonreír, cada uno por sus razones pero, evidentemente, no nos detenemos. Y no sé, me ha parecido bonito, así que he querido congelar aquí ese par de sonrisas cruzadas entre dos extraños.

La tarta de la Comunión.

Esta es una nueva entrega de mis frustraciones y traumas infantiles. Va de cuando fuimos a elegir la tarta para mi comunión. Bueno, os explicaré que mi comunión fue una comunión "a lo pobre": la celebramos en el corral de casa de mi abuela y el menú consistió en gazpachos manchegos y chuletas de cordero que preparó mi padre, aderezado con aperitivos varios de bolsa. Las mesas eran tablones encima de caballetes y las sillas eran de plastiquete. El "juanpalomismo" era fuerte en mi familia y, no vamos a engañarnos, el bolsillo no daba pa más. Eso sí: había tarta. La encargamos en una panadería/pastelería de un pueblo vecino que era conocida por su calidad precio y que era la fantasía de todas las criaturas, porque te hacían la tarta de lo que quisieras, tanto ingredientes como apariencia. Allá que me fui, con mis padres, a elegir la tarta de mi primera comunión, feliz de la vida, porque si algo me gustan a mí en la vida, son los dulces. Tenía ideas firmes sobre la

Hoy he visto... (I): Confianza.

Este blog nació con la idea de convertirse en una colección de momentos de esos que hacen que el tiempo pase más despacio cuando los presenciamos, de momentos que, dentro de su cotidianidad, se viven como excepcionales y nos sacan una sonrisa. Luego fue convirtiéndose, poco a poco, en una colección de momentos de mi vida, de todo tipo. Hoy me ha apetecido recuperar ese espíritu.  Estoy cansada. La jornada de trabajo ha sido larga y yo voy casi arrastrando los zapatos por la acera. Se me ha debido de hacer tarde, porque no hay ni rastro de la avalancha de estudiantes saliendo de los institutos. Puede que sea eso lo que me permite verlos: una abuela y su nieto caminan hacia a mí, cogidos de la mano. Ella es menuda y, aún así, se encorva ligeramente para llegar a la manita del pequeño. Cuando se acercan veo que él se deja caer levemente y ella tira de él hacia arriba. Al llegar a mi altura, él vuelve a hacerlo, esta vez con más decisión. Ambos se ríen. La abuela, entre risas, le

Escondite

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Había una vez una niña a la que le gustaba jugar al escondite. Podía pasar horas escondida en los rincones más remotos de la casa y nunca nadie la encontraba. Un día empezó a tentar a la suerte y decidió salir de la casa y dar un paseo. Cuando volvió la recibieron como si no hubiese salido de allí y le encargaron alguna tarea, como de costumbre. La niña convirtió aquellos paseos en hábito, pero cada día daba unos pasos más, alejándose un poco más de casa, tardando un poco más en volver. Pero nunca la echaron de menos: siempre había vuelto cuando la necesitaban. Sorprendida de su capacidad para escabullirse se animó a llevar a cabo el experimento final: salió de casa y caminó y caminó, llegando a lugares en los que nunca había estado. Siguió caminando, en línea recta, cuesta arriba, con la mirada puesta en las montañas. Y no volvió nunca. Nadie se dio cuenta.

El bicho raro, ¿nace o se hace?

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Hoy estoy teniendo un domingo maravilloso. Me he quedado sola en casa, desde temprano. Desayuné y, en pijama, me puse una película petarda. Después me preparé la comida mientras tomaba el aperitivo, empecé una serie, lloré a moco tendido, comí, fregué, toqué el ukelele, escribí poemas, contesté correos, escuché música... Y estoy siendo muy, muy feliz. Soy muy feliz sola.  Ayer me preguntaba esto y se lo preguntaba a Kyol: las personas introvertidas, ¿nacemos o nos hacemos? Porque en mi caso creo que podrían darse las dos explicaciones. No recuerdo cómo era de muy, muy pequeña, pero sí recuerdo que, desde que tuve uso de razón, estar con gente era malo, me hacía daño, me hacía infeliz. Aunque por lo que me han contado, tampoco es que de muy pequeña fuese lo más sociable del mundo: tuvieron que quitarme de la guardería porque no lo soportaba. Me tiraba llorando la mañana entera. Sea por lo que fuere, crecí pasándolo bien yo solita. Mi hermano no compartía intereses conmigo, así que a