El ukelele.
Me he comprado un ukelele. Hace algo más de una semana. Lo compré ilusionada, pero con reservas. Al fin y al cabo la idea no surgió de mí, sino que Profeláctico , haciendo proselitismo, la implantó en mi cabeza y no me la conseguí sacar. Así que, después de pensarlo durante días, me dije que hay que probar cosas nuevas y lo encargué, pero tenía mis dudas de que no fuese a acabar desesperada, frustrada y dejando el instrumento por imposible. La frase que me hizo comprarlo fue una cita de un artículo que Profeláctico compartió conmigo: "es difícil estar triste mientras tocas un ukelele". Eso tenía que comprobarlo yo. Además, hacía mucho que había dejado de lado la música, algo que siempre había sido importante para mí. Pues bien, después de una semana puedo decir que el dinero que me costó el ukelele está ya más que amortizado en los 6 o 7 ratos que le he podido dedicar. Parece una exageración, pero en una semana aproximadamente, el ukelele se ha convertido en mi refugio, e