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Mostrando entradas de febrero, 2019

Cuestionario cruzado

En los últimos tiempos somos varios los blogueros que nos quejamos de que este mundillo parece estar de capa caída. Letraherido y yo, de hecho, lo hemos hablado más de una vez. Por eso se nos ocurrió que, bueno, una manera de darle vidilla a nuestros blogs sería hacer algún tipo de colaboración. Y yo pensé en un cuestionario personal cruzado. La idea es que ambos contestamos sobre nosotros, pero también sobre el contrario. Lo publicaremos a la vez y así podréis cotillear cuánto hemos acertado cada uno sobre el otro. Allá voy. ¡Qué nervios! Voy a quedar fatal xD 1. ¿Qué personaje literario representa a Bettie/Letraherido y por qué? A Letraherido le representa, creo, Cyrano de Bergerac. Es un personaje apasionado, interesante, honorable y orgulloso, pero que siempre permanece un paso por detrás. A mí... Tula, de La tía Tula , de Miguel de Unamuno. Hace tiempo que leí el libro, así que no lo recuerdo bien del todo, pero por lo que recuerdo, era un personaje atormentado por

Privado.

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Se mueve entre lejía, quitacal, estropajos y otros productos y utensilios de limpieza. Lleva un chándal viejo, el moño mal hecho y la cara lavada (lo justo para librarse de las legañas). Entra y sale del baño, trayendo y llevando botellas. Parece avanzar y retroceder al ritmo de la música que siempre la acompaña mientras limpia. Entonces, un cambio brusco de ritmo en sus pasos. A toda prisa, suelta el limpiacristales y el trapo y se prepara para ejecutar la coreografía completa de esa canción, esa que siempre la pone de tan buen humor. Es todo un espectáculo... Y todo el mundo se lo está perdiendo.

¿Qué hacemos con el dolor?

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Ya os conté que, cuando acudí a buscar ayuda porque la ansiedad se me había ido de las manos y ya presentaba síntomas de depresión, mi médica me recomendó, entre otras cosas, que leyese un libro y que empezase un curso de mindfulness. El curso está online, gratuito, abierto. Eso me gustó. Conseguí el libro. Empecé con la tarea que mi doctora me había encargado. No pasó mucho tiempo hasta que me di cuenta de que algo no tenía sentido. Lo que yo tenía era un dolor emocional fuerte, sufría mucho, por lo que el tratamiento del dolor, del sufrimiento, de todas las emociones negativas, era una parte fundamental para recuperarme. Y, qué cosas, esos dos recursos trataban el dolor de maneras bien distintas. Casi antagónicas, diría. El libro se titula La inutilidad del sufrimiento . He de reconocer que ya el título me echó atrás. No obstante lo empecé a leer. Puede que sea un problema de comprensión mío, no lo niego, pero a mí el mensaje que me llegó es que nos preocupamos por tonterías

El síndrome de San Valentín.

Hace unas semanas me instalé una app llamada SLOWLY. Mediante ella se puede escribir a personas de todo el mundo. Vamos, los amigos por correspondencia de toda la vida. Cuando era pequeñuja tuve algún pen-pal en inglés, lo organizó mi maestra del cole. Luego perdimos el contacto, pero es algo que me encanta, así que me dije: "Dos pájaros de un tiro: practicas inglés y conoces gente". Entre las primeras personas que me contestaron había un chico estadounidense, de mi misma edad. Con su primera contestación ya me pareció que teníamos bastante en común: nos gustaban el cine, los cómics, leer, éramos introvertidos, algo reservados al principio de conocer gente... Creía que la cosa podía ir bien. Le contesté. Me respondió, y en esa carta me preguntó si estaba casada. Le dije que no, pero que tenía pareja. Envié la carta. Su respuesta tardó en llegar algo más que las otras. Ya pensaba que me estaba haciendo un " ghosting " de manual. Pero no, justo cuando empezaba a

El amor es un jersey

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Hace unos días Itziar publicaba en su blog este post.  En él compara al amor con un jersey. Y oye, no paro de darle vueltas. La primera cosa que se me ocurrió, que fue de hecho la que comenté, fue que a veces no sabes si el tejido de un jersey es bueno hasta que no pasa el tiempo y empiezan a salir bolitas. Está ese jersey que todo el mundo dice que no te sienta bien, pero con el que tú te ves guapísima. También el jersey horroroso que tú ves precioso. Y (espero no ser la única) ese jersey que sabes que no es el tuyo, que te queda grande, que es muy viejo, que deberías tirarlo pero... es tan cómodo... Quizás estos son los más peligrosos. No sé, creo que si me parase a pensar se me ocurrirían más cosas. ¿Se os ocurren a vosotras?

Dulces sueños.

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En casa todos estamos agotados. Tú no, mi fiera indomable, el único trozo de mí que aún es incombustible. Frunzo el ceño para repetirte, por tercera vez, que es hora de meterse en la cama. Haces un mohín, caminas hacia el dormitorio pisando fuerte. Yo sacudo la cabeza,  arrastrando los pies tras de ti. Te haces la remolona, tocando las muñecas, acariciando los juguetes, como si te despidieras para siempre (qué asequible es la eternidad cuando se es pequeño). Yo abro el edredón y tú, a desgana, saltas dentro. Te arropo y voy a la estantería. Cojo el libro y me siento a tu lado. Tu rostro ya se ha relajado. Es lo que toca en el guión que representamos cada noche. –A lo mejor estás demasiado enfadada para que te lea... –No, mami, ya se me ha pasado –respondes, zalamera. Entonces empiezo a leer. Pippi se pasea por las tiendas buscando algo que no existe (como si eso importase) y le da una lección a la farmacéutica cuando le dice que no sufre por sus pecas. Yo pongo voces, le añad

Me dicen que lo cuente.

Me dicen que lo cuente, que lo explique todo. Que ponga en negro sobre blanco mi versión, ya que la suya hace tiempo que campa por ahí. Que me defienda. Pero ¿de qué tengo que defenderme? ¿De su historia? No creo que sea necesario. Quien me conozca sabe y quien no, qué importa. Sí, me dicen que lo escriba, pero ya no me apetece. Hubo un tiempo en el que sí. Escribí esta historia mil veces y la borré otras tantas. La tuve en borrador en varios blogs, pero acabé por eliminarla. Nunca quedaba del todo bien. Nunca decía lo que quería. Y nunca le encontré sentido. Pero no es cierto que quien calla, otorga. No es cierto. Si alguien quiere saber, que me busque y pregunte. No tengo problema en hablarlo. Pero no merece la pena echar leña a un fuego que, por más empeño que se ponga, hace tiempo que no calienta. Quedaron solo las cenizas, ensuciándolo todo.

A solas.

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Esto es nuevo: me da miedo quedarme sola. A ver, no miedo-miedo. No es que crea que me va a pasar nada malo. Bueno, sí. Pero no creo que vaya a venir nadie a hacerme nada malo. Tengo miedo de mí misma y de mis pensamientos. Yo, que siempre he disfrutado del tiempo en soledad, del silencio, de tumbarme en el sofá y no hacer nada, ahora tengo miedo. Cuando estoy a solas las voces se desbocan. Y sí, así de triste es: me da miedo escucharme pensar. Porque no sé distinguir los buenos de los malos pensamientos. Y no quiero boicotearme, no quiero hacerme daño a mí misma. Y todos los pensamientos me empujan a hacer cosas que duelen, o me dicen cosas que duelen, o me hacen creer cosas que duelen. Y ya me duele bastante.

¿Y mi premio?

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Yo no tengo un canal de Youtube, ni he liderado un proyecto educativo súper innovador. No soy más que una profesora de tantas, de esas que madrugan todos los días para ir a dar sus clases, y echan horas extra (ni pagadas ni contempladas en el horario)  corrigiendo, preparando recursos, pensando en cómo resolver ese problema que ha surgido. Y sin embargo, en días como hoy creo que me merezco un premio. Soy, como mis compañeros, una persona llena de recursos, capaz de improvisar una solución a multitud de inconvenientes. He dado clase con la ayuda de Google Translator, porque no tenía apoyos para alumnos que no entendían castellano ni inglés. He rediseñado actividades por falta de material. He improvisado sesiones en menos de diez minutos por causas diversas (afonía, excursiones, epidemias de gripe, ausencias masivas, falta de material...) y he conseguido que sean un éxito. En fin, que yo qué sé, lo mismo no formo parte de ninguna de esas nuevas corrientes pedagógicas, pero aunque na

Casus belli.

La rendición tuvo lugar tras los incontables intentos de conquista de mis pasiones, no sé si para ejecutarlas o para encerrarlas en un palacio. Los últimos versos concluyeron en una ruptura unilateral de las negociaciones con mis deseos. Han quedado libres, pero desterradas. Sea otro cuerpo quien las colme de caprichos.