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Mostrando entradas de septiembre, 2019

Peli: Mientras dure la guerra (2019)

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El sábado pasado fui al cine a ver Mientras dure la guerra . En cuanto supe de la existencia de esta película se me despertaron las ganas de verla. ¿Qué tiene Amenábar con los filósofos? Su Ágora me encantó y ahora iba a poner en el centro de la película a Miguel de Unamuno, un personaje profundo y complejo que, he de reconocer (esto alegraría a uno de los profesores de Filosofía del instituto en el que estudié) me ha conquistado con el tiempo. Las posturas políticas de Unamuno fueron controvertidas durante toda su vida y su apoyo a los movimientos contrarios a la II República (habiendo sido él un firme defensor de la misma en sus inicios) no fueron la excepción, quizá la máxima expresión de las contradicciones a las que los que no pueden instalarse en el maniqueísmo tienen que enfrentarse. Había leído malas críticas de la película y lo cierto es que cojea. Cojea en su manera de mostrar (el montaje es un pelín raro, la verdad). Cojea en su intento de antagonizar a Unamuno co

La cremallera

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Dentro de unos meses tengo un par de bodas. Como odio buscar ropa, tengo el modelito perfecto que aspiraba a repetir: un vestido verde precioso, con vuelo (¡lleva tul debajo!), sencillo y elegante, al que ya le tengo mirados los complementos. No falla. Me lo he puesto una vez porque, por suerte, tengo pocos compromisos de ir elegante. Sé que para una de las bodas no voy a poder usarlo (es en febrero y de noche), pero para la otra, que es en marzo y a medio día... Cuando se avecinan fechas de estas suelo irme probando la ropa antes, para asegurarme que me viene. Me probé el vestido antes de mudarme, mientras empaquetaba ropa (debió ser a finales de junio) y me cerraba, aunque el pecho me quedaba apretado. Ayer volví a probármelo. No me cerraba. Nada. Pensé que quizá era que yo sola no podía cerrarlo. Pedí ayuda. Nada. Imposible. Me desmoroné. Ya veis, una cosa tan pequeña como una cremallera puede causarme una crisis (que no se me va a pasar así rápido). Que esa cremallera no ci

Cada vez más cardo, menos erizo.

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Hace unas pocas entradas decía que cada vez soy más cardo y menos erizo. Y decía que puede que un día os contase por qué. Mi querida Rosa me dijo que iba a tener que explicarlo. Y allá voy. Hace ya bastante tiempo que digo de mí misma que soy un poco erizo. Eso es porque leí que a los erizos les cuesta encontrar la posición adecuada para darse calor sin pincharse. Tienen que ensayar mucho para estar lo suficientemente cerca como para no pasar frío, pero no tanto como para hacerse daño. Esa imagen siempre ha sido muy poderosa para mí, me ha parecido que me describía muy bien. No me gusta sentirme sola (¿a quién le gusta?) pero demasiada cercanía no me hace bien, me agoto con facilidad. Y bueno, así he vivido yo, en ese equilibrio precario, con más bien poco éxito, la verdad, pero intentándolo. Pero de un tiempo a esta parte... pues menos. Porque parte de ese intentar conseguir la distancia adecuada era intentar agradar a la gente. Yo soy, por mí misma, bastante distante, así

Balance

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Desde #lodeladepresión empecé a intentar ser más consciente de mi estado de ánimo. Después de probar varios sistemas, me decanté por Youper , una app basada en la "inteligencia artificial", con todas las comillas del mundo, que mediante una interfaz de chat te anima a registrar tus estados de ánimo y los factores que influyen en ellos. Llevo usándola ya un tiempo y hoy, por primera vez, me ha dado por mirar el balance de mis estados de ánimo en los últimos meses, desde enero. Y este es mi balance emocional. Tengo que reconoceros que me ha dado un poco la bajona. Los meses "buenos" he estado tranquila (que oye, no os lo voy a negar, es mucho algunas veces). La media del resto es bastante mediocre: "okay". Lo que me extraña es que este septiembre sea de los calmados, cuando no hago más que decirle a la app lo cansadísima que estoy... La cosa es que si veo mi vida desde esta perspectiva me parece muy gris, y no solo por el color utilizado en la

Libro: Dioses menores, de Terry Pratchett.

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Hace un tiempo estuve en una pequeña crisis lectora. Empecé y dejé tres libros, entre ellos alguno de esos clásicos que está en todas las listas de libros que debes leer antes de morir. Pero bueno, no todos los libros son para todos los lectores o quizás el momento no era el suyo. Ni idea. La cosa es que pensé que, para salir de la crisis lectora (en momentos difíciles, y los inicios de curso lo son, necesito leer), tenía que ir a lo seguro: algo de humor, con fondo y bien escrito. La respuesta estaba clara: Terry Pratchett. La duda era QUÉ DE TODO. Y yo qué sé por qué, me decanté por Dioses menores . Me habían hablado de él como una crítica a la religión y me habían contado que contiene una idea que otros autores han utilizado después, como Neil Gaiman: las creencias moldean el mundo. En este caso, los creyentes dan poder a los dioses. La verdad es que es una teoría muy chula. Pero no es eso lo que me ha enamorado del libro. Resulta que me he encontrado, sin esperarlo yo ni

De concierto: María José Llergo.

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Hace tiempo que no os hablo de música, pero hoy me apetece contaros que anoche estuve en un concierto y que todavía no me he recuperado. Hace unos meses, antes de verano, se dio a conocer el cartel de las Noches Eclécticas en el Palacio de Viana y yo lo flipé porque en el mismo cartel había dos artistazas que me moría de ganas de ver: Rocío Márquez, de la que ya os he hablado , y María José Llergo, a la que hacía poco que había encontrado y que me tenía enamorada perdida.  Tanto lo flipé que fui LA PRIMERA PERSONA en comprar la entrada para ambos conciertos. ¡El ansia viva! Maria José Llergo es una cantaora cordobesa, para más señas, de Pozoblanco. Tiene una voz virtuosa y precisa, limpia, que no da una nota fuera de sitio y que, a pesar de esa perfección, te lo transmite todo cuando canta. No sé si os pasa, o es una cosa mía, pero las voces demasiado limpias, demasiado perfectas, suelen dejarme un poco fría. Algo más tiene que tener ella que cada vez que la oigo se me ponen de punta

Y por fin, el C1.

Ayer, gracias a que mi amiga Elena se pasó por la Escuela Oficial de Idiomas, supe que había aprobado el dichoso C1 de inglés. En septiembre e in extremis , pero he aprobado. Esta vez mi experiencia ha sido muy, muy distinta a cuando me saqué el B2 por libre en la EOI de Valencia . En aquella ocasión me preparé sola, a mi ritmo, con mi método chungo. Y aprobé sin más problemas. Casi no me lo creía. Para el C1, en cambio, he estado desde octubre a mayo en una academia, preparándome para el examen de Cambridge (era lo que mejor me iba para presntarme en la EOI, que, aquí en Córdoba, tiene un nivel alto), aprobando con muy buena nota todos los simulacros de examen y, aún así, me dejaron el oral (a pesar de salir con muy buena sensación). Se me ocurrió ir a la revisión del examen, y aquello fue una escabechina. A muchos nos había quedado solo el oral. En las otras tres partes tenía notaza, pero NOTAZA, sin embargo en la parte del oral me pusieron una nota HORRIBLE, HORROROSA, FATAL. No

A la francesa.

Al final no me despedí. Un poco de algunos de mis compañeros, entre cervezas, pero fue una despedida flojita, de esas de: "vamos a seguir viéndonos". Y bueno, espero que sea verdad, aunque sé que casi nunca lo es. No por falta de ganas, claro, sino porque la vida se pone en medio, siempre hay otras cosas. Y sí, if there's a will, there's a way , pero es que hay que gestionar muy bien la voluntad, que a veces nos quedamos cortos de ella, y nos hace falta para tantas cosas... De los alumnos, de muy pocos. Daban por hecho que yo iba a seguir allí otro año más. Parte del paisaje. Qué rápido me he hecho parte del paisaje, han bastado dos cursos... Y, aún así, qué prescindible me siento. Algunos de los que tenían recuperaciones me escucharon hablar de mi nuevo destino en la cafetería y, sorprendidos, vinieron a preguntarme: "Profesora, ¿es que se va?", entre incrédulos y tristes. Hubo promesas de vernos, alguna despedida porque, cuando se corrió la voz, hubo q

En agosto...

Se acabó agosto, llegó septiembre, vamos a hacer balance.  En la mesilla: Siguen Ángel González e Idea Vilariño y muchos libros en el Kindle, a ver con cuál consigo superar la crisis lectora. Parece que Dioses menores , de Terry Pratchett, está obrando su magia. En la cómoda/armario: Lo de siempre. Y muy poquitas ganas de arreglarme, la verdad. En el sofá: Yo, viendo series. La enganchina a Orange Is The New Black es REAL. En la nevera: Hummus casero :) En la caja de galletas: PopTarts. Los he probado por primera vez.  Pues no era para tanto... En la ducha: Mi gel de romero y el acondicionador de frambuesa y menta. En los labios: Pellejitos :( En la cabeza: A principios de mes, poca cosa, paz y tranquilidad. Hacia el final, números, miedos, vértigo por los cambios y los proyectos emprendidos. Y una fecha. En la pared: Nada nuevo. Pero me siguen encantando las láminas. En la calle: Poco movimiento. En la mochila: Pocas c

Lo bastante alta.

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Ahí está otra vez, el miedo de no llegar. De no conseguirlo, de no ser suficiente. La sensación de tener que demostrarlo todo de nuevo. Y tampoco puedo hacer nada más que apretar los dientes (metafóricamente, no quiero asustar a mi dentista la próxima vez que vaya) y tirar p'alante, porque si lo cuento siento que voy a ser otra dramática exagerada buscando casito, o a saber. Llevo creciendo toda mi vida. Demostrando cosas. Normalmente me ha salido bien, soy cabezota y relativamente perseverante. Hace poco el último salto mortal con tirabuzón acabó en planchazo y estas cosas, estas pequeñas cosas, me dejan la autoestima por los suelos. Yo, que por fin empezaba a elevarme por encima del suelo... Tanto esfuerzo empleado en crecer y nunca llego a ser lo bastante alta... (Este texto sale de un poema que acabo de escribir y, mirad, yo qué sé, he tenido que encender el ordenador para escribir esto. Lo necesitaba. Allá va el poema) Estatura. Aprendí desde pequeña a apun

El tiempo.

Este verano me he escapado de la vorágine de vivir experiencias. Bueno, he vivido experiencias, pero nada que ver con playas paradisíacas o rincones tocados por la tragedia. Este verano me ha ocurrido algo que dejará de pasar mañana: he sido dueña de mi tiempo, totalmente dueña de mi tiempo. Qué maravilla renegar de los horarios, olvidarse del reloj, levantarse cuando ya no hay sueño y acostarse de madrugada, después de haber disfrutado del fresco de la noche con una copa o un libro en la mano. Ver series, leer o escribir cuando fuese porque no había nada más urgente. Este verano he vivido sin prisa, a mi ritmo, haciendo lo que me apetecía en cada momento. ¿Cómo no me va a dar pena que se acabe, por mucho que me guste mi trabajo?