Economía vital.
Estaba encendiendo la lámpara de la mesilla, preparándolo todo para meterme en la cama cuando me ha asaltado la idea. Una idea estúpida, en realidad, pero que, por lo que sea, venía acompañada de una sensación de claridad fulminante. Es la idea de una especie de economía vital. Nuestro día a día requiere cierta inversión de tiempo, dinero, energía, ganas... A cambio, a veces, recibimos recursos de vuelta: reconocimiento, momentos felices, dinero, energía... El intercambio no es proporcional, claro, pero es una suerte de equilibrio precario. A veces tenemos rachas muy buenas en las que parece que vamos ganando y otras en las que aguantamos las rachas de pérdidas en parte con lo acumulado y en parte con la esperanza de que en algún momento del futuro llegará otra buena racha. Pues yo tengo la sensación de que desde hace tiempo la vida me exige mucho más de lo que me da y siento que me consumo. A veces poco a poco, otras veces muy rápido. Los buenos momentos apenas me dan para ir cubri