Mi viaje como gorda: 2. La adolescencia: llenando la mochila de piedras.
La primera parte de esta historia que ojalá fuera ficción está aquí. Cuando llegó la adolescencia yo ya tenía más que asumido que ERA gorda. No estaba gorda, no: ERA la gorda. Una de ellas, al menos. No fue el peor momento de mi vida, de todas maneras. Suele serlo, pero en mi caso hubo bastantes cambios positivos: el bullying cesó al irme del colegio al instituto, me uní a un grupo de amigas (hasta entonces no había tenido amigas, por mucho que os cueste creerlo), empecé a sentirme menos isla. Estoy hablando de los 14-15 años. Evidentemente, eso no impidió que el mundo siguiera recordándome que mi cuerpo era un horror. Me costaba muchísimo encontrar ropa juvenil, bonita y de mi talla. No me extrañaba, claro: yo me veía enorme. Pensaba, de verdad, que era una persona con un problema severo de peso. No recuerdo cuanto pesaba, pero sí recuerdo la talla que usaba con 17 años: una 42. Y sí, era una talla que me costaba encontrar. Los 2000, la época de mi adolescencia, fueron un momento