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Mostrando entradas de noviembre, 2022

Malditos sean los que hacen daño.

 Tengo un alumno al que quiero mucho. Lo conozco desde hace dos meses, ya ves tú, pero lo adoro. Tengo debilidad por él. A veces, cuando trato con gente, me pasan estas cosas. Tengo flechazos. Por suerte o por desgracia, trato mucho con adolescentes, así que tengo muchos flechazos con ellos. No creo que sea necesario a estas alturas de la película pero, por si acaso, diré que no se trata de nada turbio. Mis flechazos son flechazos de ternura, de cariño absoluto, de «cómo me gustaría poder ser amiga suya» y «ojalá hubiésemos sido compañeros de clase». Ese tipo de amor, mucho más desinteresado que el que, tal vez, una mente malpensada podría estar imaginando. Este alumno, al que tanto quiero, sufre. Sufre mucho. Y es injusto, porque es un niño dulce, educado, con un sentido del humor genial, una sonrisa que se hace un tanto cara de ver, pero que es preciosa y una mirada que, aunque esquiva, se ve a la legua que no tiene nada que esconder. A pesar de todo esto, incomprensiblemente para mí

Más de sentir que de pensar, la verdad.

 A veces me miro y no me reconozco. Hacer catacrack me ha cambiado mucho y oscilo entre el lamentarme por la persona en la que me he convertido y arrepentirme de no haber sido así antes. O, tal vez, de no haberme dado cuenta de cómo era. Por ejemplo: yo siempre he dicho que era más de pensar que de sentir. No es que haya sido poco sensible, pero sí lo racionalizaba todo. Y lo pensaba todo muchísimo. Durante muchos años, en la bio de mis redes sociales aparecía algo así como «Mi mayor defecto es también una de mis mayores virtudes: le doy muchas vueltas a las cosas». Por eso acabé estudiando lo que estudié, claro. Siempre quise entender.  Lo que pasa es que a medida que he ido viviendo el mundo se me hace cada vez más absurdo y, aunque no renuncio a orientarme por la vida con un mínimo de sentido, mi aspiración de comprensión es mucho (pero mucho, ¿eh?) más humilde. Por eso lo que estudié ha dejado de interesarme en sí. Qué cosas, ¿verdad?  Ahora no me interesa entender, quiero sentir.