Mi barrio.
En unas semanas me mudo. No es que me emocione la idea, la verdad. A ver, en parte sí, pero la parte que sí no es la de trasladar todas mis pertenencias a otro piso, la mudanza en sí. Y hay otra parte que no me hace mucha ilusión: la de dejar mi barrio. Desde que me mudé a Córdoba he vivido en un barrio muy barrio, en el que la gente se conoce y se habla con confianza, con su manera de ser, con una fuerte sensación de pertenencia. La otra noche, mientras estaba en la cama esperando a dormirme, escuché como alguien cantaba flamenco en la calle. Cantaba BIEN. Me dormí escuchándolo. Es algo que pasa con cierta frecuencia y que me temo que no va a ocurrir mucho en mi nuevo barrio. Soy muy romántica para estas cosas y aunque sé que mi nuevo piso va a tener muchas ventajas, también sé que voy a echar muchas cosas de menos. Supongo que estoy en esa fase de nostalgia anticipada en la que solo le ves las cosas buenas al sitio que vas a dejar (y no me refiero solo al piso). ¡Así no hay quien