Entradas

Mostrando entradas de enero, 2019

Hay que ser realmente idiota...O altamente sensible.

Hace muuuuuucho, mucho tiempo, leí este texto de Cortázar en el blog de Ro . Hoy quiero hablaros  de él, de mí y de las cosas a las que voy poniendo nombre a mis 31 años. Para ello sería interesante que lo leyeseis. Merece la pena, de verdad. Os dejo el enlace aquí. Cuando me encontré con ese texto gracias a Ro se convirtió de manera inmediata en uno de mis textos vitales. (Ese sería un buen proyecto: hacer un dossier de textos que hablan de mí. Incluso para un blog. Tendría que tomar nota.) Me encontré con un texto que hablaba de cosas que yo había sentido, de situaciones en las que había estado, y que, ¡vaya!, me hacía sentir mucho menos sola. El texto habla del entusiasmo, de la manera que algunas personas tienen de emocionarse por casi cualquier cosa. Y habla del "no es para tanto" del resto. Y me ha pasado. Me ha pasado lo de emocionarme viendo volar a una bandada de pájaros, o viendo crecer una amapola en una grieta del asfalto de una carretera. Y me he emocionado c

Déjame entrar.

Imagen
"Ya es hora -me ha dicho- de que me enseñes tu casa". Lo ha dicho con naturalidad, como si realmente no le importase no saber dónde descansa mi cuerpo cada noche, como si no fuese extrañísimo que después de tanto tiempo aún no lo hubiese invitado a venir nunca. Yo, en cambio, no he podido responder con tanta naturalidad: se me ha erizado todo el vello del cuerpo, se me ha secado la boca y me han empezado a temblar tanto las manos que he tenido que cogérmelas para que no se notase. Aún así creo que se ha dado cuenta porque se ha limitado a disimular la mueca de disgusto y no ha insistido más. Supongo que cree que oculto algo y por eso no lo invito a venir. Pensará que estoy casada y tengo hijos, que tengo encadenados a mis padres o que en realidad soy una alienígena de incógnito. A saber. Pero lo único que escondo es mi miedo. Me da miedo que descubra mis rincones polvorientos, las estanterías desordenadas, la cama deshecha, la cal de la ducha y la ropa sin doblar. Me da mie

10 juegos de mesa Bettie-testados.

Imagen
Hace unos días estuve en una casa rural con mis amigos. Para otros el panorama de irse a una casa rural será esparcimiento, campo, senderismo... Para ellos es cargar con montones de juegos de mesa (conté unos 50) y pasarse el fin de semana jugando.  Lo comenté en Twitter y Soniasan me pidió recomendaciones (como si yo supiera algo del tema). Me vine arriba después de convertirme en influencer gracias a una partida loquísima de JunkArt en la que me salió una escultura de lo más arriesgada: La cosa es que le prometí un Top 10 de juegos de mesa, pero me sería difícil ordenarlos y sería muy injusta, así que me limitaré a poner por aquí 10 juegos que me gustan. Allá vamos. 1. Dixit. Ya lo reseñé en mi blog de juegos. No podía ser de otra manera. Está, indiscutiblemente, entre mis juegos favoritos. ¿Por qué? Porque es PRECIOSO, implica mucha creatividad y es sencillísimo de jugar y explicar. Es el primer y único juego que he comprado hasta ahora para mí. El concepto del juego

¿Cómo dejar de emocionarse?

De vez en cuando, cuando me quedo sin ideas para escribir en el blog, entro en las estadísticas y miro qué palabras clave han traído a la gente hasta aquí. Encuentro cosas de lo más curiosas, algunas de ellas muy PERO QUE MUY perturbadoras, pero de vez en cuando hay alguna idea. Me pasó hace un par de semanas. Alguien había llegado a este humilde blog buscando las siguientes palabras clave: "cómo dejar de emocionarse". Me hizo mucha gracia, en principio, porque yo soy una intensa y este blog refleja bastante esa parte de mí. Pero también me dio algo de pena cuando me paré a pensarlo: ¿Por qué querría alguien dejar de emocionarse? Detecté que tenía un problema cuando noté que dejaba de emocionarme, de sentir cosas. Dejé de sentir interés por pintarme los labios. Las pequeñas alegrías dejaron de serlo. Me sentía como embotada, como si nada me calase. Esa indiferencia, esa insensibilidad se han extendido mucho en el tiempo. Y me han pesado mucho, porque he pasado de emocion

La más alegre.

Hoy he entrado a la sala de profesores, a paso ligero, como siempre. Realmente no sé de dónde saco la energía, pero eso es otra historia. Una compañera, desde el otro extremo de la sala, ha dicho en voz bien alta: -¡Mírala, Bettie! ¡Tan alegre como siempre! Yo me he dado la vuelta, fingiendo cara de fastidio y tedio y me he señalado, como preguntando "¿Yo?". -Que sí, que eres la más alegre. Que cada vez que entras aquí se nota la alegría y la contagias. Y yo no sé muy bien a qué ha venido eso, la verdad. Alegre. Yo. Je. -Pues mira que entre tanto andaluz, que yo sea la alegre...¡Hay que ponerse las pilas! -he contestado. He cogido mis libros y he recuperado el ritmo de paso ligero para ir a mi siguiente clase. Sin embargo, la situación se ha quedado conmigo un buen rato. Si me preguntaseis, yo no diría que soy alegre. Os concedo que sonrío compulsivamente, pero no soy alegre. Sobre todo es difícil percibirme como alegre viviendo conmigo misma y sabiendo lo que hay

31 años y un poema.

Hace dos días fue mi cumpleaños. Ya van 31. Pero hoy no tengo el día para hacer balance vital. Prefiero quedarme en lo que me rodea. En que hay gente que me quiere y me desea cosas buenas. No solo lo sé por los regalos que me han hecho, que también, sino porque lo siento cada día. No obstante este año no he estado para celebraciones. No sabéis lo mal que llevo esta apatía, yo, que soy tanto de emocionarme. (Esto me recuerda un post que tengo que escribir, espero que no dentro de mucho) Total, que en mi intento de cumplir el propósito de escribir con cierta regularidad y volver a leer blogs, aquí estoy. Voy a dejaros un poema, por poner algo más que la información de que soy un año más vieja. Lo escribí hace unas semanas, después de haber estado con el bebé de una amiga. Creo que es interesante que los que ya somos un poco veteranos en esto de vivir demos publicidad a los que empiezan. Allá va. Un pedazo de vida Para S. He sostenido un pedazo de vida entre mis manos te

Aquí y ahora.

No tengo tiempo de nada. Ese es el pensamiento constante desde hace algún tiempo. Muchos meses. Casi me parece que lo he tenido siempre, pero sé que no. Sé que este de ir corriendo de acá para allá, siempre pensando en todo lo que me queda por hacer, es un hábito adquirido. Y creo que por ese hábito disfruto menos de mi tiempo y dejo de hacer cosas que me hacen feliz: lo ¿urgente? acaba anteponiéndose a lo importante. Estoy trabajando en ello practicando mindfulness , y no me está yendo mal para el poquito tiempo que llevo haciéndolo. De hecho, uno de mis objetivos de 2019 es no dejarlo. Seguir encontrando tiempo para continuar con la práctica. Otro tiene que ver también con encontrar tiempo para mí. En este caso, para hacer cosas que me gustan. Cosas que me hacían feliz y que dejé de hacer cuando la prisa se apoderó de mí. Una de ellas es volver a leer y comentar blogs y, si puede ser, escribir en este con cierta regularidad (al menos una vez a la semana, aunque sea muy poquito).

Ansiolítico.

Imagen
Tu tacto delimita mi nebulosa figura dispersa sin remedio en este mundo hostil. Tu tacto me sitúa y me orienta cuando giro en espiral buscando el rumbo perdido. Son tus manos demiúrgicas las que ordenan la materia tendente al caos, informe, incapaz de ser entre alientos. Son tus manos de galeno, con precisión milimétrica, las que extirpan los tumores que envenenan mis entrañas. ¿Qué haré de mí si me faltan tus manos espantando los fantasmas? He caído en que últimamente casi todo lo que escribo -que es mucho menos que antes- tiene que ver, de una manera u otra, con la ansiedad o la depresión. Esta "nueva" circunstancia me hace sentir terriblemente indefensa, frágil, incapaz. A ratos, al menos.  En fin, ahí queda mi primer poema del 2019.

2018: El Tarro de Buenos Momentos.

Como ya viene siendo costumbre en los últimos años, toca abrir el Tarro de Buenos Momentos™ y compartir la lista de cosas buenas que he ido anotando. Me han pasado más, seguro, pero este año ha sido difícil anímicamente y bueno, haber llenado el tarro ya indica que no me he dejado llevar por el fatalismo y la pena, así que solo por eso ya estoy orgullosa. Amo allá. Mis primeras elecciones como andaluza.  Asistir a mi primera ópera: La Flauta Mágica. Ir al Ballet: Carmen. Ir a varios eventos de Cosmopoética, entre ellos la apertura, con Zahara. Pasar una noche con amigos que me sitúan, casi desde siempre, en su vida. Pertenecer a un grupo. Conocer a Míriam y pasar una tarde genial en el pub de mi adolescencia (uno de ellos). Kyol me regaló una orquídea muy bonita. Conseguí suicidarla, pero bueno, el regalo fue muy bonito. Ir al espectáculo de agua y luces del Alcázar de los Reyes Cristianos. Ir a la Cena de Fin de Curso con mis compañeros, yendo al día siguiente a trabajar