El romanticismo del correo electrónico.
¿Quién nos lo iba a decir hace no demasiado? Ahora, mandar un correo electrónico es romántico. Tomarse el tiempo de sentarse a escribir un email es algo extraño, cuando las cosas pueden solucionarse con un mensaje a través de alguna app o, si es algo más extenso, con un audio. Los emails están ya cerca de las moribundas cartas. Quizás por eso yo sigo escribiéndolos. Y quizás por eso me animé a empezar una newsletter poética (la poesía requiere un ritmo más propio de las cartas que de las redes sociales, así que el email parece un término medio aceptable). Y qué buenos momentos me está dando, no os hacéis una idea. No sé si es la magia del correo electrónico, pero me parece que así se crea una sensación de intimidad mayor. Ya he recibido varios correos en respuesta a la newsletter en los que la gente me habla de sentimientos, de circunstancias personales, de cosas que se les despiertan gracias al poema de la semana, y me lo cuentan como si fuese una amiga, alguien cercano. O quiz