Por suerte.
Hoy es un día de esos en los que puedo sentirme afortunada. O debo. O yo qué sé. La cosa es que estaba un poco nerviosa por el horario que me fueran a dar en el trabajo y bueno, ni tan mal teniendo en cuenta lo que me esperaba. Los he tenido peores.
Además supongo que también me ha pillado con una actitud distinta porque, de camino al trabajo, he visto en una plazuela, colgando de un poste metálico, un cuadro. A ver, he intuido que era un cuadro porque lo he visto desde atrás, pero al pasarlo y mirar lo he corroborado: se trataba de una pintura de una batalla que parecía sacada de las Mil y una noches (¿sabíais que desde hace 10 años hay un señor que se dedica a contar las Mil y una noches, una a una?). No he tardado en descubrir qué hacía un cuadro ahí, en un poste en medio de una plaza, ya que justo enfrente, en un banco de hierro, duro como sus muertos, había una almohada grande y una manta perfectamente dobladas. Total, que me he colado sin querer en el dormitorio de alguien con menos suerte que yo. Después de eso cualquiera se queja, por malo que sea el horario.
Es verdad que me quejo mucho de mi suerte y es que a veces me ha dado algún revés que ni tirando con efecto. Pero lo cierto, si soy justa, es que me podría haber ido peor. Y no todo es suerte, claro, yo también he puesto de mi parte, pero imagino que la persona que duerme en un parque y que se consuela mirando un cuadro al abrir los ojos también lo hizo y mira...
Así que hoy voy a dar gracias. Por suerte, y aunque a veces se me olvide, tengo motivos.
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