Alabado sea el fuertecismo.

 Hay días que son una soberana mierda. Las cosas como son. Hoy ha sido un lunes súper lunes, y eso que en el trabajo las cosas han ido bien, normal, pero no paro de echar de menos y aunque sé que eso me drena energía, no puedo evitarlo. Tampoco ha empezado muy bien el día: he dormido poco y mal. Por lo menos los lunes sí puedo compartir un rato al medio día con el parejo, que algo es algo (estoy llevando muy mal la vuelta a la rutina rollo Lady Halcón, la verdad), pero, me repito, salvo ese detalle y poco más el día ha sido bastante mojoner

Me he propuesto como objetivo de bienestar de la próxima quincena meditar todos los días un poco. No soy nada ambiciosa: 10 minutitos. Noto que después de meses con la ansiedad bastante a raya mi querida amiga está volviendo a ponerse fuerte y quiero ponerle cortafuegos. No te voy a mentir: hoy lo de la meditación ha funcionado regumal. También es normal, claro: diez minutos y encima el primer día después de eones. Milagros a Lourdes, claro.

Pero lo que sí me ha funcionado, lo que me funciona siempre, es el fuertecismo. Hoy, además, he estado sola con mi entrenadora. He ido a mi ritmo, sin prisas, bien consciente de los movimientos, del esfuerzo, de las sensaciones en los músculos, de la posición de cada parte de mi cuerpo implicada en el ejercicio. Hasta he notado, por primera vez, haciendo la plancha alternativamente con una mano, como si un cordel grueso se tensara en el lado de la mano que no tenía apoyada, desde la cadera hasta casi la axila. Ha molado un montón sentir que mi cuerpo se pone fuerte y responde a lo que le pido (le pido cosas razonables, claro). 

Esa hora, dos días en semana, es un oasis. Tiene gracia cuando lo pienso: yo, que siempre me escaqueé de las clases de educación física, encontrando consuelo, solaz y paz en el ejercicio. Pero es que ahí estamos yo, con mi cuerpo, y casi nada más. Desde luego, en esa hora no entra el mundo, nada de fuera entra en mi centro de entrenamiento, en esa pequeña sala. Se ve que hay un campo de fuerza de algún tipo, un escudo protector de esos que invocan las hechiceras. Y oye: alabado sea. 

Que sí, que luego hay que salir al mundo, que sigue ahí fuera por muchos viajes que le dé a la pesa rusa, pero de alguna manera la que sale de allí no enfrenta el mundo de la misma manera. Cómo no será la cosa que hoy me he descubierto pensando que ojalá pudiese permitirme, sin caer en agobios y estrés (más) ir un día o dos más en semana. 

Don Juan Pedro*, no era yo: eras tú. 





*Como seguramente habrás deducido, Don Juan Pedro era mi maestro de educación física del cole, que me hizo odiar el ejercicio físico con todas mis fuerzas (y contribuyó también a eso de que me odiara). 

Comentarios

  1. Los profesores de Educación Física son horribles. Aparte de no hacer nada, te crean unos complejos bestiales. No conocía tu blog, me quedo de seguidora y te invito a que te pases por mi blog si te apetece. Gracias y que tengas un buen día.

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  2. El fuertecismo cuesta, pero a la larga compensa. Estoe s así y es así, aunque hay días que cuesta verlo.

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    1. Empecé en enero y ¿te puedes creer que ningún día me ha costado? xDD No me reconozco.

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