"Hago pipí perfectamente".

 

El título del post de hoy se lo debo a este MARAVILLOSO, ESTUPENDO, GENIAL hilo de @Miss_Calorie. Te animo a que lo leas. 

Cuando yo lo leí por primera vez me explotó la cabeza porque, ¿sabes qué? Que he vivido desde bien pequeña con miedo al hambre. ¡Gracias por eso también, querida cultura de la dieta!

Cuando empecé con mi nutricionista no me dio muchas pautas, eran pocas y bien sencillas, y una, la más básica, era no comer sin hambre. Tiene todo el sentido del mundo, ¿verdad? Igual que no vas a hacer pis si no tienes ganas, pues no tiene sentido que comas si no las tienes. 

Pero como en otras muchas cosas en la cultura de la dieta, el que algo no tenga sentido no tiene importancia. La cultura de la dieta tiene una relación insanísima con el hambre. Por un lado, propone una alimentación restrictiva y pautada que provoca un hambre casi constante (y no hablo de antojos o caprichos, hablo de hambre de la que duele) y, por otro, demoniza el hambre. Tener hambre es de gordas, vaya. Como si comer no fuese una necesidad fisiológica de todo animal. 

Yo he vivido esa relación muy intensamente. He pasado tanta hambre haciendo dieta... Tanta que he llegado a desmayarme con cierta regularidad. Era horrible. Yo seguía las indicaciones de mi médica, pesaba el arroz, la carne, los tomates, el pescado. Todo. Y comía únicamente lo pautado en el papel. Que no era suficiente era algo evidente a todas luces, pero lo que importaba era seguir la dieta a rajatabla. Así que tenía hambre siempre. Con el hambre, claro, viene la irritabilidad, la apatía, la falta de energía... Menudo subidón, ¿eh?

Así que, por lo que sea, le cogí miedo a tener hambre y asumí otro mantra alimentario dudoso que es que tienes que hacer muchas comidas pequeñitas para no tener hambre nunca porque si tienes hambre te darás atracones, comerás mucho y engordarás. Que lo de comer sin hambre para no tener hambre nunca pueda conducir a comer de más sin darte cuenta es algo que parece ser que no se han planteado quienes defienden esta idea. 

Me ha llevado un tiempito reconciliarme con mi hambre y entender que NO PASA NADA por tener hambre, porque mi hambre ahora no es un estado permanente, sino una señal de que necesito comer y a la que voy a atender en cuanto pueda.  Y me va bien, y me siento bien. Mucho mejor de lo que me he sentido haciendo dieta. Ya sospechaba yo que algo había mal en una manera de entender la alimentación que te provoca hambre constante pero al mismo tiempo demoniza ese hambre. 

Ya no me da miedo tener hambre y eso conlleva que ya no me da miedo comer. Es maravilloso. Pero bueno, lo del miedo a comer lo hablamos otro día. 

Y tú, ¿te has planteado antes la relación que tienes con tu hambre? 

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