Comprar un libro.

Hace un par de días estuvimos de compras en la ciudad. Yo iba de consejera pero, aprovechando el viaje, me apetecía comprar un nuevo libro de poesía. Durante el viaje miré en mi móvil qué títulos tenían en la librería a la que iba a ir y cuál me interesaba más, comprobé que había existencias y, en fin, lo dejé todo más o menos atado. Al fin y al cabo iba a poder escaparme muy poco rato.

Cuando estuvimos en el centro de la ciudad, mi padre fue a comprar unas cosas para la huerta y yo me escapé a la librería. Allá iba yo, con mi bolso con estampado de hojas, el pelo suelto con mi recién estrenado flequillo, las gafas de sol nuevas y mi vestido de girasoles, que estrenaba ese día. Desde que me lo puse esa mañana pensé que era un poco un cuadro de Van Gogh y bueno, lo puse en Instagram, porque me sentía especial y guapa.


Así que, como decía, caminaba hacia la librería, más bien a paso ligero, como esas modelos en los anuncios de perfume justo antes de cruzarse con el galán de la historia. Encontré la librería sin perderme y entré decidida. Nada más cruzar la puerta bajé el ritmo, respiré hondo el olor a libros y me dirigí al mostrador. Una dependienta amabilísima encontró mi libro en el almacén y me lo trajo. Después, me llevó hasta el mostrador para cobrarme. Mientras esperaba, con el libro en las manos, un hombre habló detrás de mí:

-Ese libro que acabas de comprar es una maravilla. 

Giré la cara y sonreí. Detrás de mí había un señor con barba. Llevaba un libro en la mano. Creo que era Una habitación propia, de Virginia Woolf, pero no estoy segura. 

-Eso espero. He dudado mucho entre varias obras de este autor. Espero haber acertado...

Entonces comenzó una breve conversación en la que acabó preguntándome si era de allí para quedar algún día y hablar de poesía y que me prestase algunos libros. 

-No, no soy de aquí. 

Sonreí, pagué,  cogió mi libro -pulcramente metido en una bolsa de papel-, me despedí y salí de la librería con mi libro pegado al pecho. Volví a ponerme las gafas de sol y caminé, con paso firme aunque ligero, de vuelta a donde estaba el coche de mi padre aparcado, sintiéndome una diva. 

Todavía me dura el buen humor cuando lo recuerdo.

Moraleja: id a las librerías y comprad poesía. 



Por cierto, por si a alguien le interesa, el libro en cuestión fue Palabra sobre palabra, de Ángel González, que ya he empezado y que es una maravilla, tenía razón el señor. 

Comentarios

  1. Pues ya puedo comprar todos los libros de poesía de todas las librerías del mundo, que a mí no me pasará XD
    ¡Un abrazo!
    P.D: Y sí, estaba claro que Ángel González te iba a gustar :)

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    1. No me hagas que hable, que ya hay cosas que "no te iban a pasar nunca" y te han pasado, pájaro. xDDD

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  2. Te estoy viendo caminar, elegantemente decidida...
    Me encantan esos detalles especiales de un día cualquiera.
    Al final, voy a tener que empezar a leer algo de poesía. Por cierto, estoy dudando en comprarme el libro de César Brandon, el chico este que ganó Got Talent, que me hizo llorar escuchándole en la tele. Estará firmando libros en una caseta de la feria del libro de mi ciudad el día 9. Igual me animo. Ya te contaré.

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    1. Pues quizá sea un buen sitio por el que empezar. Yo le escuché recitar dos poemas, me los pasaron en vídeo. Ya me contarás :D

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