Reconocer la pobreza
El año pasado trabajé en un centro en el que los objetos perdidos eran un problema porque nadie los reclamaba. Tan grave era la cosa que una responsable se encargó de inventariar los objetos perdidos que nadie había reclamado y nos pidio que comentásemos en nuestras tutorías que había un montón de cosas cuyos dueños no habían reclamado, por si a alguien se le encendía la bombilla y le daba por recuperar algo.
Entre los objetos perdidos había, sobre todo, ropa: sudaderas, chaquetas de chándal, bufandas... También paraguas. Y, sobre todo, abrigos y chaquetas. Muchos. Me chocó una barbaridad porque además muchas de las prendas eran de marcas bastante caras. Un abrigo, de por sí, no es una prenda barata, pero si encima es de marca... Recuerdo que una vez mi hermano se olvidó el abrigo en el cole y, tal como cruzamos la puerta, mi madre nos mandó a los dos de vuelta a recuperarlo porque a) el abrigo costaba un dineral y b) solo teníamos uno, así que si no lo recuperábamos, al día siguiente mi hermano iba sin abrigo a la escuela. Así que allá que nos echó, a él por olvidarlo y a mí por no darme cuenta de que lo había olvidado, «que para eso eres la mayor». Dios santo, cómo odiaba esa frase.
En mi casa jamás se nos habría ocurrido no reclamar un objeto olvidado en el colegio. Otra cosa es que alguna cosa perdida jamás apareciese, pero que preguntábamos, preguntábamos. Lo que hace «ser rico de no mirar las vueltas», como decían mis paisanos... La necesidad te hace ser bastante cuidadoso.
Ayer estaba haciendo unas gestiones con los conserjes cuando llegó una madre con su hijo. Preguntaba por un neceser que contenía una tablet, por si alguien lo había dejado allí. Al parecer, se lo había dado al chico un instante para hacer algo, el chaval lo había soltado y, al reanudar la marcha, no lo había vuelto a coger. Reconocí en su voz la vibración de la pobreza, de esa necesidad que hace que la frase «solo son cosas» no tenga sentido. No la habíamos visto, dijimos bastante tristes, y ella dijo que volvería a preguntar hoy. Cuando salí del trabajo la vi preguntando en las urbanizaciones de alrededor, por si acaso, con su hijo de la mano.
Esta mañana he recibido un correo de una compañera: alguien había encontrado un neceser con una tablet y útiles de aseo. Nos preguntaban si sabíamos algo. Rápidamente he contestado con los datos que conocía y le he dado a enviar. Mi compañera ha sido igual de rápida: «Muchas gracias, vamos a localizarla». Creo que mi suspiro en casa será similar al suyo cuando le digan que han encontrado el neceser. Los pobres nos reconocemos entre nosotros, aunque algunos ya no lo seamos, porque la pobreza no se olvida.
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