El método whiplash.
Hoy me he cruzado en Twitter con un hilo breve sobre la educación que Rafa Nadal habría recibido por parte de su tío, quien fue su entrenador. En este hilo se decía, básicamente, que si Nadal ha conseguido lo que ha conseguido y se ha convertido en la persona en que se ha convertido es, básicamente, por la educación casi espartana que se le ha dado desde pequeño. Al parecer, la información está sacada de una biografía de Nadal. Hasta qué punto es cierto y cuáles son los matices, la verdad, no me importa. Es solo la excusa para hablar de lo que quiero hablar: de educación.
Ayer, mientras estaba en el supermercado, dos personas más fachas y carcas que un landrover corto estaban pontificando sobre que las nuevas generaciones no tienen valores y no saben educar a sus hijos y bla-bla-bla. También tuvieron un momentito para hablar conspiranoicamente de la agenda 2030. Vaya panorama y qué ganas de atropellarlos con el carrito. Probablemente estas personas estuvieran muy de acuerdo con la educación que le dio mi abuelo a mi madre, que la molía a palos a la mínima excusa (por ejemplo, cuando decidió romper con su prometido, que ya ves tú...).
Probablemente también estén de acuerdo con lo que yo llamo «el método whiplash», en honor a la dichosa película, y que consiste básicamente en torturar a una persona para conseguir que dé lo mejor de sí. Ya sabes, la mierda esa de que el carbón bajo presión se convierte en diamante. Manda huevos.
Y claro, me dirás que a veces funciona (lo cual me decepciona, te tenía por otro tipo de persona, la verdad). Y sí, a veces funciona. A veces trepanar el cráneo a alguien le salvaba la vida. La mayor parte de veces la persona se moría, ojo, pero a veces funcionaba. Y ese es el problema: que muy pocos se convierten en ases con ese tipo de educación, la mayor parte se rompen. Y me atrevería a decir que, por mucho que te conviertas en un genio, no sales ileso de esa experiencia.
Y es que hay que ser cabronazo, con perdón o sin él, para someter a un niño o joven a ese tipo de educación o crianza: hacerle sentir que solo recibirá migajas de reconocimiento si llega a ciertos estándares y que el resto del tiempo su valor es, básicamente, el de una mierda en una acera. Sobre todo, sabiendo que eso solo puede tener un mínimo sentido si ese niño o joven llega a convertirse en un profesional excelente pero, ¿y si no? ¿Y si se nos queda por el camino? ¿Para qué todo ese daño?
Tiene poco sentido, sobre todo, cuando la otra opción, la de criar/educar desde el respeto, el reconocimiento, el amor, la comprensión y demás renta SIEMPRE. Siempre. Porque ese tipo de educación tiene sentido en sí misma, no en relación al efecto que produzca o deje de producir. Porque puede ser que, a pesar de todos tus esfuerzos, la persona a la que intentas educar tome malas decisiones o no llegue a desarrollar todo el potencial que tú crees que tiene... pero la viste, la entendiste, la quisiste. Y eso vale en sí mismo. E imagino que ayuda a tener la conciencia tranquila por las noches. De la tortura, a no ser que seas un sádico sin corazón, no puede decirse lo mismo.
He conocido a lo largo de mis años como educadora muchas historias de adolescentes rotos y rotas por ese tipo de educación y de presión. Niños y niñas que han acabado aparcando actividades y pasiones que les hacían muy felices porque no podían soportar el daño que los adultos encargados de entrenarlos o formarlos infringían en ellos y ellas. Así que lo mismo estaría bien que dejásemos de romantizar la educación que consiste en ser torturadores sin corazón y empezar a contar historias de gente exitosa que recibió afecto, amor, apoyo y que fue educada con firmeza pero sin que ello implicase miedo, anulación o dolor. A ver si la cosa va cambiando. Por favor.
Amén ;)
ResponderEliminarY si no lo has hecho ya, lee Open, la biografía de Agassi.
Un abrazo fuerte!
Así, sin más información, es complicado que se cuele en mi lista de pendientes :P jaja
Eliminarjajajajaja
ResponderEliminarTe entiendo, mi lista de pendientes es también eterna... Pero Open vale muy mucho la pena ;)
Lo mencioné porque al leer tu post me recordó bastante al libro: Agassi hace un repaso de su vida y explica cómo llegó a ser número uno de un deporte que llegó a odiar por culpa de la presión y la obsesión competitiva de su padre, que lo hacía entrenar a diario hasta la extenuación. En serio, muy recomendable ;)
Ahora sí xD No suelo leer biografías, pero me lo apunto. Me parece bien que las propias estrellas cuenten estas cosas. Aunque claro, como al final consiguieron el éxito, habrá quien lo justifique...
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