Carta a una adolescente enamorada por primera vez.

 Te entiendo. Él es ahora mismo lo más importante de tu vida. De hecho, probablemente creas que él es tu vida, que esta no tenía sentido antes de que llegara y que no eres capaz de imaginar el futuro sin él. Ahora mismo te sientes como la protagonista de un romance trágico en el que sois vosotros dos contra un mundo que no comprende vuestro amor y que está empeñado en poneros las cosas difíciles así que, ¿qué queda? Luchar contra todo y contra todos. Porque ese amor es lo más importante.

Te entiendo porque he sido tú. He pasado tarde tras tarde en casa preguntándome si algún día algún chico iba a fijarse en mí, iba a ver las poquitas cosas buenas que yo tenía (yo creía que eran poquitas, como tú, seguramente). Si alguien iba a verme, en definitiva, porque parecía que la vida pasaba a mi alrededor sin detenerse en mí, como si yo no existiera. 

La gente nos ve, querida mía, claro que nos ve. Y ven si pueden encontrar en nosotros lo que buscan. Pero lo que buscan no siempre es bueno. Yo me topé con mi cuota de desgraciados que vieron en mí una presa fácil, alguien que manipular, alguien que no podría negarse a nada porque no tenía amor propio. Por suerte, eran bastante torpes y la cosa no fue demasiado más allá. Fíjate que no me atribuyo ningún mérito: de haber sido un poco más inteligentes, un poco más hábiles manipulando, seguramente habrían conseguido lo que querían. 

No ocurrió. Y entonces llegó él: sincero, amable, cariñoso, honesto, nada celoso. Él me miraba como si yo fuese la última cocacola del desierto y me besaba de manera parecida. No se sentía amenazado por mí y nos ayudábamos a crecer, nos alegrábamos de los logros del otro y nos dábamos ánimos en los momentos difíciles. Fue mi primer amor correspondido y tuve mucha suerte porque fue perfecto. Aún hoy no puedo encontrar nada malo en aquella relación. Nada. 

Pero no, querida mía, esto no es una historia con final feliz (no todavía). Cuando aquello se acabó (porque tuvo que acabarse) yo no supe reaccionar. Tras una temporada de no querer buscar nada parecido (porque sabía que no iba a encontrarlo) llegó a mi vida alguien que parecía quererme aún con más intensidad: daría su vida por mí, me convertiría en arte, jamás me dejaría porque sin mí su vida no tendría sentido. Nadie me iba a querer como él. Me lo decía bastante. Yo... me dejé querer, porque se sentía bien. Y poco a poco me fui dejando enredar en un montón de hilos pegajosos que él llamaba amor pero que no lo eran. Cariño: nunca te fíes de quien te dice en serio que nadie te va a querer como él. Probablemente, de hecho, sea mejor que así sea. 

Me quiso tan, tan mal, que acabó convirtiéndome en algo pequeñito que llevar en su bolsillo. De repente sentí que mi mundo era él y que me desintegraría si no le tenía cerca para sujetarme. Me creí en serio que mi vida no tenía sentido sin su amor. Como si yo hubiera nacido para él. 

Por suerte (ahora viene cuando la historia mejora) me di cuenta de que eso no era así y emprendí mi camino para dejarle atrás. Y mi vida es mejor desde entonces.

Hoy, cuando te he visto con él, no sé por qué, no he pensado, como suelo hacer siempre cuando veo a dos adolescentes queriéndose, en mi primer amor, sino en ese gran error. Después, cuando él me ha hablado, he visto claramente que a quien se parecía era a la persona que me hizo pequeña e intentó convencerme de que nadie iba a quererme más ni mejor que él (era mentira, por supuesto). 

No puedo parar de pensar en ti. En las cosas que te pueden pasar a su lado (como a mí me pasaron), en el daño que te puede hacer (como a mí me hizo). Y el mundo me parece un lugar horrible. Han pasado 15 años y nos siguen pasando las mismas cosas. 

Pero desde esta rabia y esta pena voy a intentar hacer por ti lo que nadie supo o pudo hacer por mí. Voy a intentar demostrarte que tu vida es más grande que el ancho de sus brazos. Espero conseguirlo. 

Comentarios

  1. Uff. Qué solas estabamos, que desamparadas. Si hubieramos sabido que fuera de nuestra esfera había gente como nosotras, la de fuerzas que habríamos encontrado, como habría cantado otro gallo.

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    1. Ya te digo. Qué malo es sentirse sola. Qué importante es tener gente «cerca» (aunque estén lejos). Especialmente amigas. En fin.

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