Sexo sin amor

 Hoy me apetece escribir sobre el sexo sin amor. Normalmente se entiende que el sexo sin amor es, en el mejor de los casos, una especie inferior de sexo. Esto es así, muchas veces, incluso entre personas que no tienen ningún problema con lo de follar sin que haya sentimientos profundos de por medio. Lo deseable, a lo que aspiramos, es a la intimidad que conlleva el sexo con alguien a quien quieres (sea de la manera que sea). 

Creo que eso es un malentendido. Y creo que ese malentendido viene de que en el sexo con amor (del tipo que sea, repito, que no me voy a poner esencialista ahora) hay una cierta repetición o estabilidad que favorece el conocimiento de la otra persona y eso suele redundar en un sexo más satisfactorio (aunque no siempre ocurre). Me parece, en ese sentido, que es injusto medir un encuentro sexual aislado con el mismo estándar con el que medimos los encuentros sexuales con una pareja recurrente. 

El sexo con amor y el sexo sin amor son cualitativamente distintos, por supuesto. Pero eso no implica que uno sea mejor que el otro, o que el otro sea una especie de sucedáneo del uno, algo con lo que nos conformamos mientras esperamos que llegue la persona que nos despierte a las mariposas del estómago (o lo que sea). Nah. Nunca lo he visto así. A estas alturas de la vida, mucho menos.

Por supuesto que el sexo con alguien a quien quieres es maravilloso (o puede serlo). Esa ternura que transpira, esa familiaridad, esa intimidad, esa comodidad de quien sabe que ya le conocen los rincones, las virtudes y los defectos, esa satisfacción que se obtiene con una pareja que sabe lo que te gusta... Sí, es estupendo. 

Pero, ¿qué hay del sexo en el que no median sentimientos fuertes? Pues también tiene sus ventajas. Por un lado, la gracia de lo efímero, de que eso que está pasando puede que no vuelva a pasar (no tiene por qué). Por otro, la constatación de las ganas: al final son dos personas (o más, no voy a ponerle yo puertas al campo) que se desean mutuamente, sin más. Y a mí eso me da subidón, la verdad: saber que alguiente desea por lo que eres, sin más. También está la cuestión de la emoción del descubrimiento de otro cuerpo, de otro amante, esa sensación de aventura. Y luego algo que no está nada mal para una persona que es tan intensa como yo: volverse a casa con la sonrisa puesta y el alma en calma. A mí el sexo me remueve mucho cuando hay emociones de por medio: echo mucho de menos, siento mucho la ausencia, tengo mucha necesidad de la otra persona. Sin embargo, cuando en el encuentro no media más que el deseo (y una cierta simpatía, vaya, que yo si no soy incapaz) no estoy tan removida, tan alterada, tan «desequilibrada» emocionalmente hablando. O no lo estoy en absoluto, más allá de una cierta satisfacción o euforia leve que correspondería a una especie de «olé tú». Para mí es un win-win: satisfacción de una pulsión sin drama emocional. 

Y cuesta, claro, porque el mercado está muy malamente, pero cuando una da con un señor agradable, que disfruta del sexo cuando la otra persona también lo pasa bien y que pone un poco de atención a lo que está pasando en la cama, la experiencia puede ser muy satisfactoria, placentera, divertida y otros adjetivos positivos, dependiendo del momento. Os prometo que cuando caímos rendidos los dos al final y nos dio por reír a carcajadas no eché nada de menos. Ni tampoco mientras recuperábamos el aliento abrazados. Tampoco mientras desayunábamos juntos, ya como dos conocidos, sin más. Y cuando me fui de su casa me fui sin ningún peso ni inquietud. No sé si se va a repetir y no me importa, porque tuvo sentido en sí mismo. Sé que no soy la mujer de su vida y que lo único que siente por mí es que le pongo mucho, y no me importa. De hecho, esta seguridad (relativa, pues la certeza absoluta en estas cosas no existe) de que no se va a enamorar de mí es un alivio. Y estando separada de él no siento que me falte nada. Y qué gusto poder follar sin acabar hecha un lío y arrebatada por ese estado de enajenación mental que es el amor, más aún cuando se le une el sexo. 

Qué queréis que os diga: si yo supiese que voy a tener noches como la última con cierta regularidad lo firmaba ya mismo. Y me enamoraría, claro, pero desde la distancia y no de la persona con la que me estuviera acostando, que eso lo complica todo muchísimo. Tienes ahí tu vida organizadita, cómoda, y de repente te enamoras y acaba todo manga por hombro. Uf. No, de eso nada. 

Vaya, que si yo tuviera que elegir ahora, ni me lo pensaba: sexo sin amor, por favor y gracias. 

Comentarios

  1. Respuestas
    1. Buenoaver, ya se me ha pasao. Duró un par de horas o tres. Poco más. El enamoramiento es más duradero (y más molesto cuando pica, claro)

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