La trampa del porvenir

 Siempre he vivido proyectada al futuro, atada a previsiones y a planes. Siempre he querido tenerlo todo controlado y pensado. Aquí quedaría bien decir que la vida siempre me ha acabado sorprendiendo, pero no. La realidad es que, a pesar de los reveses, estoy donde quería estar cuando, siendo más joven, me pensaba (más o menos y salvo algún detalle, claro). A veces me lamento por las oportunidades perdidas, porque ese vivir tan hacia el porvenir implica, en mayor o menor medida, renunciar al hoy en expectativa de otro momento o con la esperanza de conseguir algo en un futuro: lo haré cuando sea delgada, lo haré cuando acabe la carrera, lo haré cuando tenga pareja, lo haré cuando haya ganado la plaza, lo haré cuando haya comprado la casa, lo haré cuando haya pagado el coche, lo haré cuando vuelva a ahorrar, lo haré cuando haya comprado la mampara de la ducha y el mueble del baño, lo haré cuando me encuentre mejor...

A mí ya se me ha gastado la ambición y no sé si eso es bueno o malo. La cosa es que he dejado de proyectarme prácticamente. Ya no hay un porvenir que espere, no quiero una casa en la playa, ni estoy luchando por conseguir ningún cambio sustancial en mi vida. Ahora solo quiero estar tranquila. Y, ¿sabes qué? Es menos agradecido y más difícil. Era más sencillo aceptar que no estás disfrutando de tu vida hoy para conseguir un puesto de trabajo fijo o para dejar de estar a merced de los caseros y sus caprichos, por poner dos ejemplos. Hoy, que mi meta es disfrutar del hoy tranquila, cuesta más soportar que lo que necesitas para financiar tu vida te impide, en cierta medida, vivir como quieres. No es un conflicto pequeño. El sistema está hecho para que corramos como hamsters en ruedas, siempre pensando en un futuro potencial. Si te paras a pensar en el presente... Bueno, la cosa se hace menos llevadera. 

Hoy, por ser un festivo no pautado (uno extra, por así decirlo), he podido permitirme parar a disfrutar del presente. Ver que a mi geranio blanco le están brotando capullos. Apreciar el baile del vapor saliendo de mi taza de cacao caliente (detenerme a escoger una taza que me haga sentir bien) y leer poesía sin prisa, tirada en el sofá que siempre quise tener, ese hacia el que me proyecté durante mucho tiempo y que todavía estoy pagando pero que ya no me sirve de motivación para trabajar ni de justificación para el tiempo que me roban los deberes, sino más bien lo contrario. Y he sido feliz así, con algo tan sencillo. 

Uno de los poemas que leí hablaba del espejismo que puede ser el porvenir, de esa lucha por conseguir algo que tal vez nunca lleguemos a alcanzar. Y ha escocido porque es verdad. Es verdad a veces hasta cuando lo consigues. Yo pegué tantas patadas para poder disfrutar de una vida sencilla, tranquila y cómoda, dentro de lo posible y lo que en realidad tengo es un juego de malabares en el que hay demasiadas pelotas para tan pocas manos y del que no suelo encontrar descanso. 

Cualquiera diría que hoy estoy feliz, tranquila y satisfecha con este texto, ¿eh? Bueno, es que si hoy estoy pensando esto supongo que es porque he podido parar los malabares. Ya es motivo suficiente para estar contenta. 

Os dejo, para terminar, el poema. Tal vez sea, como lo ha sido para mí, lo que necesitábais leer hoy. Es de Aurora Luque. 


Un abrazo.




 

Comentarios

  1. Muy cierto. Todo lo supeditamos a tener más tiempo o ganas y al final lo dejamos. Muy buen consejo. Un abrazo.

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  2. Me ha recordado muchísimo a este de Ángel González.

    Te llaman porvenir
    porque no vienes nunca.
    Te llaman: porvenir,
    y esperan que tú llegues
    como un animal manso
    a comer en su mano.
    Pero tú permaneces
    más allá de las horas,
    agazapado no se sabe dónde.
    ... Mañana!
    Y mañana será otro día tranquilo
    un día como hoy, jueves o martes,
    cualquier cosa y no eso
    que esperamos aún, todavía, siempre.

    Un abrazo,
    Ana.

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  3. "Lo que necesitas para financiar tu vida te impide, en cierta medida, vivir como quieres",. Concuerdo, pasa mucho eso y no es conflicto pequeño, como dices. Pero si ya has alcanzado tus metas (más o menos) tendría que ser más fácil de sobrellevar, no más difícil, ¿no? Por eso de la tranquilidad de ya haber "hecho los deberes". No sé si me explico...

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    1. La cosa es que las metas hay que mantenerlas. Alcanzar las metas tiene eso de que casi nunca es tan genial como te creías.

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