Estoy de postureo hasta el coño.

Me vas a permitir que te hable con franqueza. Al fin y al cabo, si he decidido resucitar este espacio es justo para eso. Aquí no escribo en serio pero sí escribo seriamente. No tiene sentido, pero me explico. Cuando escribo aquí no pienso, no me detengo en las formas, en los recursos estilísticos ni en las reiteraciones. Escribo como escribiría un diario o, más bien, una carta. Aquí, puedes creértelo o no, hay poco o nada de postureo. Esta soy todo lo yo que puedo ser en un espacio virtual (en el que, claro, no se ven todas las caras ni se aprecian bien las aristas). Aquí lo mismo celebro que puedo volverme a poner mi vestido favorito que me quejo de las 56 semanas y media que ha durado septiembre (eso no lo había hecho antes, lo acabo de hacer ahora). 

Me gusta este espacio libre de postureo. Por eso, supongo, me gusta también Twitter. Ojo, que en Twitter hay postureo por un tubo, según donde mires: entre los intelectuales, los cínicos, los que quieren ser graciosos y la madre que los fundó hay una fauna interesante. Pero creo que, de las redes sociales que ahora mismo hay activas (al menos de entre las mayoritarias) es la menos postureta. Y por eso me gustaban (y me gustan) los blogs personales. Porque aquí la gente venía (y aún venimos) a volcar en una página en blanco sus movidas, sus anécdotas, sus preocupaciones y pequeños retales de su vida. No digo que no haya un poco de dulcificación (¿a quién no le va a gustar ponerse un poco guapa cuando se muestra de cara a la galería?) pero siempre he tenido la sensación de que detrás de los posts había una persona auténtica. Yo qué sé, lo mismo no tiene sentido.

Todo este rollo viene a cuento de que estoy hasta el coño del postureo impuesto y autoimpuesto. Yo ya hace un tiempo que estoy un poco de vuelta de todo y si me apetece contar que no puedo parar de llorar lo cuento, y si estoy contenta igual, y si quiero patear cabezas, pues lo dicho. Me lo tomo incluso como un tipo de activismo, especialmente cuando estoy triste y en la mierda absoluta. Porque es normal, porque a veces pasa. Porque hoy mismo una amiga ha dejado ver su inseguridad respecto de su salud mental (porque ha tenido la valentía de dejarlo ver, debería decir) y justo por eso he podido compartir con ella mis impresiones y darle ánimos. No es que aquello de lo que no se habla no exista, pero existe a solas, y menuda mierda. Y es que hoy mismo he vuelto a leer que a alguien le han llamado la atención por lo de hablar de cómo se siente (cuando se siente mal) en redes sociales. ¿Qué pasa? ¿Que la tristeza es pornográfica? ¿Ofensiva? ¿Estamos tontos o qué? 

Parece que la tendencia en Internet es a generar una imagen de marca y pollas en vinagre, y qué queréis que os diga, me parece que esa es parte del problema (se viene rant de señora antigua) con el Interné de hoy en día: que buscamos promocionarnos y darnos importancia y no conectar (no me incluyo realmente, pero tampoco me excluyo). También normal: ¿quién cojones va a conectar con un anuncio andante? 

Yo, si os soy honesta, prefiero a las personas de verdad.