Ansiedad y adolescentes.

Hace unos días Ro habló en su blog de la presión que sienten los chavales con el Bachillerato. Hoy he sacado el tema en una de mis clases, pues estábamos hablando del sentido de la vida y el pesimismo en mis alumnos era patente. Cuando les he expuesto algunas de las posibles causas que Ro y otras personas desgranaban en el post y los comentarios, un alumno ha levantado la mano y me ha dado una respuesta que me ha hecho pensar mucho.

Antes de explicaros qué me ha dicho voy a crear un poco de expectación y voy a hablaros de él. Este alumno es UN ENCANTO. Todo él de ciencias, con bastante dificultad para sacar las notas que él quiere en las de letras (necesita más de un 13 en selectividad para hacer un doble grado de física y matemáticas, ahí es nada), pero que, a pesar de todo, ahí sigue, dando el callo, respondiendo, aportando. El día que lo  veo triste se me cae el alma a los pies, pero ya he aprendido que al día siguiente vuelven él, su sonrisa y su entusiasmo.

Pues bien, este alumno fantástico y maravilloso me ha dicho que el problema no son las expectativas de los padres, ni siquiera que no sepan gestionar la frustración. El problema es que saben que hay que destacar para poder optar a algo hoy en día. Que no basta tener una carrera, ni siquiera haberla sacado con buenas notas, que tienes que ser un crack para tener una oportunidad real, y que esa angustia, esa competencia constante, les hace marcarse objetivos muy ambiciosos. De no conseguirlos, lo que está en juego es grande: no es un examen, es tu futuro. Y eso, claro, les angustia.

No lo había pensado y me ha dado una pena inmensa. Yo, a su edad, creía  que me iba a comer el mundo. No era  cierto, claro, pero para mí el hecho de llegar a la universidad ya era un triunfo y pensaba que, con una carrera, mal tenía que darse para no encontrar un trabajo. Era una ilusa, claro, pero de eso me he dado cuenta más tarde. A esa edad tenía esperanza. Mis alumnos no la tienen, o tienen mucha menos.

Y yo qué sé. Aún tengo un poco temblando el corazón.

Comentarios

  1. Nos estamos convirtiendo en Japón... Qué horror.

    Lía

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    1. La verdad es que cuando pasas un poco de tiempo en un aula de bachillerato... Uf.

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  2. creo que a todos nos pasa lo mismo, padres y profesores incluidos, y te juro que cuesta remontarla a sus dichos e insuflarles mas vida. Saludosbuhos.

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    1. Vaya que si cuesta. Pero es que no sé siquiera si soy capaz.

      Un abrazo.

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  3. Me has recordado a mí época de estudiante... y yo recuerdo un bachiller más sosegado, y lleno de ilusiones (todo estaba por hacer) y con una gran capacidad de sorpresa. Recuerdo bachiller con nostalgia. Quizás es porque la crisis no había llegado... o quizás, porque hemos tomado más conciencia de cómo es esta sociedad. Tu alumno tiene mucha razón: "El problema es que saben que hay que destacar para poder optar a algo hoy en día. Que no basta tener una carrera, ni siquiera haberla sacado con buenas notas, que tienes que ser un crack para tener una oportunidad real,".
    En nuestra época yo no percibía tanta competitividad. Percibía lo que nos contaban: había que esforzarse y ser bueno. Punto. Pero no, hoy no es suficiente. Hoy tienes que destacar y llamar la atención constantemente. Por no hablar de que tener una presencia brutal en las redes sociales si quieres hacer algo artístico (si tienes muchos muchos followers, publicas, y da igual el contenido).
    Todo muy deprimente, sí :(
    Un abrazo.

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    1. Comparto tu visión del bachillerato. Me sentía así. No tan agobiada o presionada.

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  4. Esto que me contáis me encoge el alma, pienso en mis hijos, en sus compañeros, en esa generación que ni siquiera va a tener la esperanza de la ilusión. Y pienso en el profesorado, que, hablo por nuestros colegios públicos aquí en Cataluña, se parten la pana cada día en las aulas, en vosotros, sobreponiendoos a esta desesperanza. Solo me queda tener, a mi sí, un poco de esa esperzanza, aunque sea vana. Un beso. Te leo siempre.

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  5. Digo que hablo por los cole de CAT porque es el sistema que conozco, el que me toca, pero es lo mismo en todos lados, me reafirma el leeros :(

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    1. Gracias por leerme, dilluns. Pues sí, es descorazonador. Aún así hay momentos de ilusión y de satisfacción, pero es complicado disfrutar del aprendizaje si se vive así, como una presión constante.

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  6. " Hay que destacar para poder optar a algo hoy en día. Que no basta tener una carrera, ni siquiera haberla sacado con buenas notas, que tienes que ser un crack para tener una oportunidad real"

    Lo peor es que no es cierto. Para bien o para mal, la suerte y la casualidad siguen siendo factores muy importantes. Cada día se marchan de nuestro país investigadores, científicos y graduados de todo tipo con currículums impresionantes mientras que personas que ni de lejos tienen su preparación o talento parecen encadenando contratos y ascensos sin fin. A veces el éxito es más cuestión de saber venderte, de conocer a gente, de llegar a los sitios en el momento adecuado... que de ser un fiera con nota media de 14.

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    1. Evidentemente, la suerte sigue contando, tener padrinos, caer en gracia. Pero eso es algo que se puede controlar poco. Si te haces un currículum impresionante puede que te quieran fuera. Porque esa es otra: muchos de ellos dan por hecho que se tienen que ir de España, ni valoran quedarse. Entiendo ese pensamiento porque yo también lo tenía: yo quería creer que el esfuerzo contaba mucho. Era lo único que me quedaba, supongo, porque en todo lo demás soy un 0 xDDD

      Un saludo.

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    2. Te entiendo, pero planteado de otra manera: por mucho que te hayas esforzado y dejado la piel, nada te garantizará que el día del examen un fallo tonto, un dolor de cabeza o un problema en tu familia te dejen por detrás de otro que va menos preparado pero más tranquilo. Eso también es suerte, y por eso esforzarse es necesario pero, nunca hasta llegar a los niveles de sufrimiento y estrés de algunos chavales.

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    3. Desde luego.E intento hacérselo ver. Entiendo sus ambiciones, pero nada merece la pena tanto como para perder la salud. No obstante, entiendo sus razones, y entiendo que piensen que yo, ya, no lo entiendo.

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