Gato.

Gato es un poco como yo. Ayer lo pensaba, mientras ronroneaba sobre mis piernas. Sí, ese animal que todo el mundo tiene por arisco y despegado se tiró media hora o más sobre mis piernas, hasta que tuve que bajarlo porque llamaron a la puerta. Lo que ocurre es que a él, como a mí, hay poca gente que lo ve en realidad, como es, no como lo que creen que es.

Gato fue, desde bien pronto, una decepción. Fue un regalo para mi hermano, que esperaba otra cosa de él. Cuando se pasó la novedad, esa bolita de pelo preciosa se convirtió en un coñazo: había que cepillarlo con frecuencia, dedicarle mucho tiempo. Y, para colmo, era un aburrimiento: un gato tranquilo, que por no hacer, ni maullaba, que disfrutaba recostado en los rincones más raros y poco más. Mi hermano esperaba un gato juguetón, activo, un poco loco, como él, y se encontró un gato calmado y curioso, que podía pasar horas mirando el desagüe, intentando descubrir por dónde se escapaba el agua. Como yo.

Así que, como no era lo que se esperaba de él, se le fue dejando de ladito poco a poco, a su aire. Se le ponía comida y agua, se le limpiaba el cajón  de arena, pero poco más. Y él se acostumbró a esa soledad. Se acercaba poco a los humanos de la casa. No los necesitaba. No los echaba de menos. Y, evidentemente, cuando alguno se acercaba a él, desconfiaba. Normal, ¿no? Y así se fue ganando la fama de antipático.

Bueno, no todo el mundo lo dejó de lado. Alguien se empeñaba en cepillarlo, en quitarle los nudos del pelo, en acariciarlo y rascarle. Yo, claro. Yo, que lo adoro tal y como es porque sé qué se siente cuando eres una decepción. 

Pero yo me fui. La gente se va. También sé lo que es eso: avanzar a solas, que la gente te deje o que tú tengas que dejarlos. De vez en cuando vuelvo, claro, y él me castiga. "¿Quién eres tú y qué haces aquí?". Pero al cabo del tiempo vuelve a ser como antes: me busca, lo busco, lo acaricio y él ronronea. Como si no hubiera pasado nada. Eso sí: me toca insistir. 

Casi siempre. Ayer fue él el que me buscó, el que se subió al sofá mientras leía, el que buscó acomodo sobre mis muslos y me pegó cabezazos para que le rascase. Supongo que hasta los que tenemos fama de antipáticos, fríos y ariscos tenemos días tontos en los que la reputación da igual. 


Como yo, que si hoy  alguien se me sienta al lado, me enrosco sobre sus muslos hasta que me quite la tontería a fuerza de caricias.





Comentarios

  1. ¿Sabes que ésta es una de las entradas más bonitas que te he leído? :*
    Un abrazo

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  2. Ainsssss... Que bonita entrada, tan serena...

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    1. Cuando encuentro un poco de paz, la agarro fuerte :)

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  3. Yo adoro los gatos. Y precisamente por ser como son me gustan. No se me ocurre nada más maravilloso que tener un gato suave ronroneando en mi regazo.

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  4. ¿Sabes que estoy llorando? XDDDD En serio xD
    Que bonito, jo ♥

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    1. He vuelto a leerlo yo y mira, he llorado también XDDD

      Un besote.

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