Nena, tú eres un desliz...

 Escribo esto con menos de tres horas y media de sueño en el cuerpo. Considero que, en vistas a lo que pretendo volcar aquí, es un dato que debe tenerse en cuenta: al parecer la privación de sueño puede producir estados depresivos o de euforia. En mi caso, si está produciendo algo, es lo segundo.

Como decía, llevo tres horas y media de sueño en el cuerpo, una jornada laboral (no excesivamente dura, pero no se ha hecho sola, ha habido que hacerla), una sesión de castañuelas, una sesión de guitarra, cocinar, recoger, entrenar (bailando reggetón viejito entre ejercicio y ejercicio, porque descansar es de cobardes o algo), una ducha y otra sesión de baile en casa. Sí, así es: he llegado a mi casa y, tras la ducha, me he puesto a bailar. Y mientras salía del baño bailando a buscar el pijama me he dado cuenta de que soy un puñetero portento de la naturaleza. 

Yo sé que lo que se lleva, lo que nos han inculcado es que hay que ser humildes, no presumir, no ser soberbios. Tener autoestima pero que no se note mucho. Así que ahí vamos, pisando huevos, transitando la delgada línea entre el amor propio y la insolencia, si es que esa línea existe. ¿Y si hoy nos saltamos un poco la norma? ¿Y si hoy hacemos un ejercicio radical de soberbia o presuntuosidad y nos echamos bien de flores?

Yo, desde luego, voy a hacerlo. Porque después de pensar que soy un puñetero portento de la naturaleza lo que he pensado es que cualquier persona sería bien afortunada de tenerme cerca y de disfrutar de mis momentos de iluminación, de mis bailes por la casa, de mi espontaneidad y mi pasión. Y me ha dado un poco de pena, de esa condescendiente (hasta eso me voy a permitir) por la gente que no puede disfrutar de todo eso, bien porque no han sido capaz de procesarlo y se han alejado, bien porque no han sabido apreciarlo y los he tenido que apartar. Algunos no saben lo que se están perdiendo. Otros sí. No sé por quién lo siento más. 

Soy un pedazo de mujer. Una buena amiga, una amante entregada, una compaeñera atenta y generosa, una profesional cumplidora y concienzuda, una acompañante divertida, una buena conversadora, tengo un pelo precioso, unos ojos muy bonitos y una cintura que da gusto coger. Soy fuerte, soy valiente, soy un terremoto, un huracán, un volcán. Y, como parece que nunca se dijo de Lola Flores, ni canto ni bailo (bien), pero merece la pena no perderse mi espectáculo. 

Por suerte, nunca me falta el público: he aprendido a apreciarme con absoluta devoción. Me he convertido en mi más ferviente admiradora. Y qué suerte. 




Comentarios

Entradas populares de este blog

Tontos-a-las-tres.

Cómo aprobé el nivel Avanzado de la EOI preparándome por mi cuenta.

Libro: La edad de la ira, de Fernando J. López