Poco es demasiado.
No hay que ilusionarse mucho con la gente, y mucho menos con los hombres. Si algo he aprendido últimamente es que los señores tienen una facilidad pasmosa para convertirse en calabaza. Así que nada, un va despacito y con buena letra, y no se permite volar demasiado alto, vaya a ser que...
Pero volar un poco ya es volar demasiado alto, me temo. Yo esta vez creo que he sido comedida: me limité a preguntarle qué bebía por si alguna vez venía de visita, tener algo que ofrecerle. «Cocacola», me dijo. «¿De la normal?», pregunté. Y sí, era de la normal. Así que cuando hice la siguiente compra me traje dos latas. Por si acaso. Con esperanza, lo reconozco, pero una esperanza tan tenue, tan humilde: que tal vez, una tarde o una noche viniese a casa a charlar, o a ver algo, y tomásemos un refresco juntos. ¿Es mucho soñar eso?
Se ve que sí. Ahora tengo ahí dos latas de cocacola normal que no se va a beber nadie y el corazón un poco más desencantado. No sé cuántos más golpes de realidad va a soportar mi locura.
PD: Al menos esto ha durado tampoco que al señor en cuestión no le ha dado tiempo a convertirse en calabaza. Algo es algo.
Adoro la coca-cola y tu conversación...
ResponderEliminarPues tendré que lleverme esas dos latas pa la próxima visita, amiga :)
EliminarAdmiro tu capacidad de convertir el desencanto en poesía.
ResponderEliminarBueno, no me queda más remedio. Si no, no sé si no me habría tirado por un balcón XD
Eliminar