«¡Qué triste comer solo!»

 Eso es lo que he oído esta mañana en la radio cuando iba camino del trabajo. La mala leche que se me ha levantado ha sido tan real que he murmurado un sentío «Que te follen» entre dientes. 

Es que tiene huevos decir eso, aunque sea verdad. Porque somos muchas las personas que comemos y cenamos solas día sí y día también y si estamos en paz con nuestra situación no necesitamos escuchar esa mierda y si no lo estamos tampoco. Vivir solo, hacer cosas solo, puede ser una elección o un accidente y se puede estar más o menos conforme con la situación. En cualquier caso, quienes vivimos así no necesitamos el juicio ni la pena de nadie. 

Como ya he dicho en alguna ocasión, desde bien pronto en mi vida aprendí que hay cosas bastante peores que estar sola. Fue cuando aprendí a hacerme invisible. Con el tiempo he ido cogiendo la inercia de hacer las cosas sola, por defecto. Por un lado, estoy tan acostumbrada que ya me resulta lo más cómodo. Por otro, es tan frecuente que no tenga con quien hacer ciertos planes (no comparten gustos, no tienen tiempo, no les apetece, lo que sea) que ya muchas veces ni caigo en preguntar. Pero sigo haciendo cosas. He ido mucho al cine sola. He ido a restaurantes sola. He ido a musicales sola. He ido a conciertos sola (en mi ciudad y fuera). He viajado sola (de momento, solo dentro de España). Y seguiré haciéndolo. De hecho, ahí t engo mi entrada para El Kanka en un par de meses y este fin de semana tengo que dedicar un rato a pensar a qué otros conciertos voy. Sola, sí, sola. Bien acompañada. 

Desde luego, no voy a negar que a veces una echa de menos con quien compartir ciertas experiencias, pero ya no sé si es por la experiencia en sí o por lo extraña que se siente una siendo el único verso suelto en entornos donde toda la gente (o al menos la inmensísima mayoría) va en pareja o en grupo. Pero eso no quita que esté muy orgullosa de hacer las cosas que me gustan sola, sí, sola, cuando no he tenido con quién hacerlas. Porque, siguiendo con la frasecita de marras, puede ser triste comer solo, pero más triste es no comer. 


Comentarios

Entradas populares de este blog

Tontos-a-las-tres.

Cómo aprobé el nivel Avanzado de la EOI preparándome por mi cuenta.

Libro: La edad de la ira, de Fernando J. López