Heroicidades


Conduce distraída. Le queda más de una hora de viaje, está agotada, podría haberse quedado en casa, durmiendo hasta tarde. Quizá prepararse algo rico para comer y leer un poco. No hacer nada que su cuerpo no le pidiese imperiosamente. Pero estaba conduciendo. Llegaría y tendría que pasar por el mismo trámite de siempre. Sabía que hoy tampoco la reconocería. Hacía ya varios meses que se había perdido en algún cajón recóndito de la memoria de su padre (no soportaba creer que había desaparecido para siempre). A veces, si había suerte, la confundía con su hermana, pero aquello rara vez acababa bien. Así que casi prefería que, simplemente, no la reconociese, que no pensase en nadie al ver su rostro. De ese modo tenía la oportunidad de ganárselo cada fin de semana y, en los días muy buenos, despedirse estrechándole la mano mientras él le daba las gracias por haberse entretenido con él.

Sí, sabía que no la reconocería y que haría la hora y media de viaje de vuelta llorando. Pero seguía volviendo a él. No podía ser de otra manera.






Hace un rato estaba pensando en cosas y he acabado definiendo qué es para mí la heroicidad. La heroicidad puede consistir, en ocasiones, en instalarse en la desesperanza y, aún así, no dejarse vencer por la resignación. No sé. Algo así como que el fin del mundo, aunque anunciado, te pille regando las plantas.

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