Más de sentir que de pensar, la verdad.

 A veces me miro y no me reconozco. Hacer catacrack me ha cambiado mucho y oscilo entre el lamentarme por la persona en la que me he convertido y arrepentirme de no haber sido así antes. O, tal vez, de no haberme dado cuenta de cómo era. Por ejemplo: yo siempre he dicho que era más de pensar que de sentir. No es que haya sido poco sensible, pero sí lo racionalizaba todo. Y lo pensaba todo muchísimo. Durante muchos años, en la bio de mis redes sociales aparecía algo así como «Mi mayor defecto es también una de mis mayores virtudes: le doy muchas vueltas a las cosas». Por eso acabé estudiando lo que estudié, claro. Siempre quise entender. 

Lo que pasa es que a medida que he ido viviendo el mundo se me hace cada vez más absurdo y, aunque no renuncio a orientarme por la vida con un mínimo de sentido, mi aspiración de comprensión es mucho (pero mucho, ¿eh?) más humilde. Por eso lo que estudié ha dejado de interesarme en sí. Qué cosas, ¿verdad? 

Ahora no me interesa entender, quiero sentir. Es menos complejo (lo que no significa que sea más fácil). Recuerdo hace un tiempo (puede que hasta un par de años o tres) que en una conversación alguien dijo que leer consiste en comprender lo profundo del texto, saber analizarlo, encontrar conexiones con bla, bla, bla. Me vas a perdonar, pero es que me aburro hasta de escribirlo. Pero, por lo que sea, esa conversación y esa afirmación se me quedaron grabadas porque yo, ya entonces, había dejado de leer así. Vamos, de leer y de cualquier cosa. Yo lo que quiero es que las cosas me toquen, me abracen, me golpeen, me hagan sentir cosas. Sus contextos, trasfondos, estructuras y conexiones con otras obras me dan muy, muy igual.

Y, sobre todo, prefiero sentir porque en el sentimiento soy una, no estoy dividida, mientras que en el pensamiento a veces creo que me hago pedacitos que no voy a ser capaz de recomponer. 

Así que sí, soy más de sentir que de pensar, la verdad. Ojalá lo hubiera sabido antes. Porque eso es lo que pasaba: que no me daba cuenta. 



PD: Probablemente esto no tenga mucho sentido, pero he sacado unos minutos y necesitaba descargar y le ha tocado al blog. 

Comentarios

  1. ¡Holaaaa!

    Mmm una entrada muy íntima, me ha gustado.
    Me quedo con la frase de: cuando siento soy una, pero en el pensamiento a veces me hago pedacitos. Totalmente cierto, muy agudo. En fin, creo que lo suyo es encontrar un equilibrio, como en todo. Yo también busco cosas que me hagan sentir, que me choquen, pero no puede faltar un puntito de pensamiento, por supuesto, de pies en la tierra.

    ¡besotes!

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    1. Mi intención es volver a lo íntimo por aquí.
      Me resulta curioso, como creemos que es el pensamiento lo que nos hace tener los pies en la tierra, y no las emociones. Creo que puede ser precisamente al revés. Por ejemplo, las típicas "cuentas de la lechera" son pensamientos, no emociones.

      Gracias por leer y comentar, Irene :)

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  2. Muy interesante lo de que te haya dejado de interesar lo que estudiaste (por lo que dices pues me huele que fue filosofía o psicología). ¿Sabes que me ha pasado lo mismo con lo que yo estudié? Antes me asombraba cualquier obra o monumento (me fui por historia del arte), todo aquello hecho por la mano del hombre. Hoy en día me impacta la luz del atardecer, las nubes, el mar... me paerece muchísimo más sublime, impactante y conmovedor de la inteligencia que hay detrás de la creación. Por ello, mis viajes ideales ya no son patear por museos (que alguno siempre cae), sino contemplar el paisaje natural.

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    1. Filosofía, en mi caso. Me reconforta que no soy la única que ha tenido esa sensación. :)

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