Desconocidos habituales.


(Relato con contenido erótico. O algo.)


–Yo trabajaba en uno de esos sitios de glory holes. No sé si todos estáis familiarizados con el término. Bueno, lo explico, por si acaso. Son locales en los que hay agujeros en las paredes para tener sexo con cierto anonimato. Yo ya tenía un puesto fijo: me tumbaba en una especie de camilla y la mitad de mi cuerpo pasaba alrededor de un hueco dejando mis genitales a la disposición de los clientes. A ver, no pongáis esa cara, que no es tan malo como parece. Yo trabajaba en el horario de tarde y me libraba de lo peor. Además, la dueña era un encanto y nos cuidaba mucho: a la mínima echaba fuera a cualquier indeseable y lo vetaba de por vida. En realidad, éramos como una pequeña familia, las putas y los clientes habituales. Yo era capaz de reconocer a algunos clientes incluso sin haberlos visto nunca. Había uno que antes de follar nos acariciaba los tobillos. Otro que se reía como un niño cuando se acercaba al orgasmo. Y uno, al que yo más eché de menos mi último día, que creo que me buscaba a mí, específicamente. Antes de empezar buscaba el lunar que tengo a un lado de la rodilla y lo besaba, era algo así como un saludo. Después me comía el coño. Cuando me oía correrme al otro lado, se iba. Eso me llamaba muchísimo la atención. Había tratado con un montón de tíos, pero con un montón, y algunos lo hacían a duras penas, como si te estuvieran perdonando la vida. Y otros, ni pensarlo. ¿Por qué iba alguien a pagar para hacerlo? 

»Pero bueno, como os decía, lo dejé. Cogí ese trabajo para pagarme los gastos de la carrera, no es que fuera mi vocación ni nada, así que una vez conseguí un trabajo bien pagado, se acabó. Tengo que reconocer, sin embargo, que a veces, cuando me acostaba con tíos, me acordaba de algunos clientes. Sobre todo del que me besaba el lunar de la rodilla. 

»Algunos meses después de dejar aquel trabajo se me ocurrió que lo mismo era hora de empezar a tener citas de verdad, en las que de verdad quieres conocer a la persona y no simplemente saber si va a estar a la altura esa noche. Me costó encontrar un candidato adecuado en las apps de contactos que utilizaba, pero al final lo conseguí. Era profesor de historia en un instituto, aficionado al cine, superaba por poco los 30 años, en sus ratos libres tocaba la guitarra o salía a hacer rutas en su moto. Ya, lo sé, mi primera cita seria tenía la pinta de una fantasía adolescente.

»Contra todo pronóstico, la cita fue bien. Nos saludamos con dos besos, tomamos un par de cervezas, fuimos a cenar. No paramos de charlar en toda la noche. De vez en cuando lo descubría mirándome con curiosidad, como intentando desvelar un truco de magia. Creo que yo lo miraba igual. Todo parecía tan de comedia romántica que daba un poco de miedo y vergüenza. Yo me decía que aquello prometía, que era una cita seria, que no había que follar aquella noche... ¡pero yo tenía tantas ganas! Quería saber si ese hombre fascinante, tan hábil con las palabras, era igual de bueno entre las sábanas, ya me entendéis... Así que cuando él, todo caballeroso, me dijo si me acompañaba a casa le contesté que no, que prefería acompañarle yo a la suya. 

»Ni siquiera fingió estar sorprendido, el muy cabrón. Sabía lo que se hacía, eso desde luego. Me llevó a su casa y me desnudó lentamente en el salón, quitándome la ropa por completo. Me invitó a sentarme y se metió entre mis piernas con cuidado, con dulzura, pero también con firmeza. Y a mí me dio un vuelco el estómago. No podía ser. Desde luego que no. ¿Cuáles eran las probabilidades? Creo que él pensó lo mismo, porque se detuvo en seco, buscó el lunar de mi rodilla y lo besó. Noté que sonreía.

»Y así es como Julio y yo nos conocimos. Porque los amores excepcionales no pueden tener una historia normal. 

–Virginia, ¿estás segura de que quieres que ese sea el brindis de tu boda? 

–¿Por qué? ¿Tiene algo de malo? 



Comentarios

  1. Jajajajaja... ¡Buenísimo! Qué manera de sorprender. Eres una crack.
    Bravo, Bettie. Me ha encantado.
    Besos

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    1. Gracias Rosa, me alegro mucho. Casi no lo publico... jaja.

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  2. Jajaja, ¡No me esperaba el final! Es genial :D

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  3. No creo que lo hayas escrito con ninguna moraleja, pero yo como lector me pregunto: Moraleja, ¿el amor se puede encontrar de la manera más insospechada y por cosas del azar?
    ¡Un abrazo!

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    1. Realmente no tiene moraleja y, si la tuviera, dudo que fuese esa en mi lectura. Pero esa es la gracia ,que cada uno puede hacer su lectura.

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