No era mejor, eras más joven.

 Esta mañana mi madre me ha mandado un vídeo sobre la generación de hierro, la de nuestros abuelos, frente a la generación de cristal, la nuestra. Por supuesto, aquella era mejor. Hace unos días pululaba por Twitter un tuit con un vídeo. El autor se preguntaba por qué no se paró el tiempo en el momento del vídeo, que representaba una alfombra roja de los Oscars (creo) en los años 90 (creo, no le di demasiada importancia). Unos días después vi otro mensaje de alguien que decía que nuestros abuelos eran más felices porque no necesitaban Netflix ni smartphone. De tanto en tanto se leen afirmaciones que dicen que los dibujos animados de antes eran mejores, la música era mejor, había menos bullying, menos racismo, menos violencia de género, menos problemas de todo tipo. El paraíso perdido, caris.

No puedo hablar sobre cómo era en la posguerra (no estaba allí, pero me atrevo a afirmar que tampoco era un carrusel de felicidad), pero sí estaba ahí en los 90 y en los 2000. Y no, no eran ese remanso de paz, concordia, bienestar y alegría que algunos promocionan. Probablemente lo vivieron así porque estaban haciendo bullying a alguien o llamando gorda a una chavala con una talla 40. 

Soy una defensora a muerte de la nostalgia. Disfruto, de tanto en tanto, sacando los recuerdos de mi baúl mental y poniéndolos al sol para verlos con la luz del ahora. Y, por supuesto, me parecen maravillosos (también escojo bien qué saco a la luz, claro). Mis noches de fiesta con mis amigos de la adolescencia me parecen divertidísimas, las charlas con mi gran amor (no correspondido, no os vengáis arriba) de entonces, profundas y tiernísimas, los conciertos a los que fui, los mejores del mundo. Pero si quito el filtro nostalgia veo que me tocó lidiar muchas noches con problemas derivados de las drogas, que aquel chaval pasaba de mi culo lo más grande (imagino que le gustaba la atención) y que los conciertos... Bueno, los conciertos estaban bien, la cutrez era parte de su encanto. 

Miramos atrás y todo parece mejor. Tal vez los que éramos mejores éramos nosotros. O tal vez, simplemente, éramos más jóvenes. 


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