Informe semanal #4: Ella y su champú

 

¡Hola! ¿Cómo ha ido vuestra semana?


Yo vengo a contaros la mía, como empecé a hacer ¿hace un mes ya? Este año el tiempo es más extraño que nunca: me parece eterno y fugaz al mismo tiempo. 

Voy a esforzarme en señalar momentos buenos, que supongo que todas las semanas los tienen, porque esta semana ha sido horrible. 

La cosa es que empezó bien. El lunes Marta, de Jabonería de la Sierra, publicó en Instagram mi champú. Ya os conté que había ganado un concurso y que una artesana iba a fabricar el champú de mis sueños. Bueno, pues ya está. Se llama "Medina Azahara" porque conjuga el olor del romero del campo con toques morunos como el olor a jazmín, el aceite de argán o la arcilla ghassoul. Pues eso, como Medina Azahara: una explosión de lujo árabe en las faldas de Sierra Morena. Si os da curiosidad, podéis comprarlo aquí. Y durante lo que queda de domingo hay un descuento del 20% con el código BLACKFINDE. No, no me llevo nada de las ventas, pero la verdad es que es una cosa que me hace bastante ilusión. Si hoy no os viene bien pedir, pero os apetece, en su Instagram suele poner códigos de descuento de vez en cuando y, la verdad, pueden ser unos regalos de Navidad-Reyes bastante resultones. 

Como decía, la apertura no parecía mala, aunque pasé un día chungo en el trabajo. Por la tarde todo parecía ir bien, tenía pinta de que iba a acabar de corregir exámenes antes de lo que esperaba y que iba a poder dedicarme un rato para mí. Pero entonces, cuando me faltaban 5 exámenes por corregir, me llamó mi hermano. Por lo general, cuando mi hermano me llama no es para nada bueno y, esta ocasión no fue una excepción.  Me tiré más de una hora al teléfono y acabé de corregir exámenes tardísimo, entre lágrimas. Dice mi amigo Alberto que «la familia y el dolor, cuanto más lejos, mejor» y en mi caso, doblemente, porque familia y dolor, suele ser todo uno.

En el trabajo, además, esta semana ha sido horrible. Supongo que por la ansiedad, por el ajetreo, por no llegar a todo... No sé, por lo que sea, cada vez estoy más torpe. No solo en el trabajo, también fuera: me hablan y se me olvida al instante, me piden algo y contesto que sí, que lo hago, pero luego se me olvida... Y tengo muy pocas fuerzas, muy poca energía. Así que siento que no estoy haciendo mi trabajo todo lo bien que debería. Desde luego, lo estoy haciendo peor de lo que lo solía hacer. Mi intención es que la semana que viene sea mejor pero sé que, en el fondo, no depende de mí. No llevamos ni dos meses de clase y yo ya estoy hecha polvo. 

Esto se acentúa porque en las últimas semanas, por unas cosas o por otras, he tenido muy poco tiempo para desconectar. He pasado las mañanas trabajando y las tarde también, corrigiendo montones de exámenes y trabajos (y lo que me queda, que cuando acabe con los primeros parciales me meto de lleno en los segundos). Tanto es así que hasta el fin de semana, en el que me prohíbo, por salud mental, traerme trabajo si no es absolutamente imprescindible, hasta he tenido pesadillas con el trabajo. Lo de desconectar cada vez me cuesta más. 

Voy a intentar volver a meditar esta semana. La última vez me ayudó. Aunque claro, la última vez la situación era tan distinta... 

¡Ah! Casi se me olvida. Esta semana, además, he renovado el teléfono móvil. Funciona muy bien, pero es enorme y tiene todo en el sitio equivocado (sí, soy una señora mayor). Además, la megasupercámara me saca arrugas que no tengo. Y, por si fuera poco, ¡lo he tenido que pagar! (Qué mes llevo con los gastos, señor...)

En cuanto a cosas culturales, esta semana he visto Las diabólicas con el parejo. Estamos aprovechando los sábados por la noche para ver algo de cine clásico. Por mi cuenta he visto la serie Dash & Lily, que bueno, me ha gustado mucho menos que Holidate (ambas en Netflix), pero me dio una excusa para estar todo el sábado enrollada en la manta suave en el sofá. Sigo leyendo a Joan Margarit, pero sin demasiado entusiasmo, y no sé por qué: escribe de manera muy parecida a mí, con sencillez y fotográficamente, capturando instantes. Sin embargo no estoy acabando de conectar con él, solo a veces. He empezado Soul music, el tercer libro de la saga de la Muerte, de Terry Pratchett y bueno, parecía no prometer mucho, pero creo que he llegado al punto en el que se pone interesante. 

Y ya está, creo que eso sería todo. Voy a ver si me meto unas cuantas meditaciones en el teléfono móvil y pongo unos cuantos poemas nuevos en los borradores de mi newsletter. Ay, ¿que no te has suscrito todavía? Anda...¡pero si es gratis! Apúntate aquí, venga, que te va a gustar. 

Y tu semana, ¿qué tal? Cuéntame. 


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