No me dejéis sola en el metro.
Dejé de poner poemas por aquí porque sentía que me hacía pesada. Casi todo lo que escribo últimamente intentan ser versos. Así que me he reservado los poemas para la newsletter poética (a la que podéis apuntaros aquí http://tinyletter.com/BettiePathway) y por aquí me dedico a poner más o menos las mismas tonterías de siempre. Pero he escrito un poema que me tiene entusiasmada y quería compartirlo con vosotros.
Se bajó en Àngel Guimerà y yo, que solía seguir hasta la parada de Avinguda del Cid, me salté mi rutina y la seguí. Subí tras ella, tres o cuatro peldaños más abajo, en las escaleras mecánicas. Tengo ese momento marcado como uno de los más excitantes de mi vida.
Pues bien, mientras yo recordaba todo esto me vino el primer verso de este poema. "No me dejéis sola en el metro" y mi cabeza acababa "que la lío". No es que hubiese hecho algo distinto ese día si hubiese habido menos gente, soy una cobarde. Total, que con esa idea solamente me senté en la cama con el cuaderno y me puse a escribir frenética. En 10 minutos tenía esto. Se lo di a leer a mi compañero de colchón y él, que tiene poco de amante de la poesía, me dijo: "Me ha gustado mucho". Y yo, que ya estaba satisfecha, me hinché como un globo.
Aquí os lo dejo, aunque solo sea porque no suelo sentirme satisfecha con lo que hago, y, en ese caso, hay que celebrar las excepciones.
No me dejéis sola en el metro.
No me dejéis sola en el metro.
Podría, yo qué sé...
Enamorarme.
Mirar a los ojos a esa chica
esta vez
en lugar de dejarme hechizar
por su vestido
y decirle entre pestañeos que
hoy no voy a conformarme
con otear el paraíso
desde las escaleras mecánicas.
No me dejéis sola en el metro.
Podría, quizás,
formar un gobierno alternativo.
La soñolienta estudiante de Medicina,
la asistenta que soñó otra vida
al otro lado del océano,
el escolar con libros de segunda mano,
el parado que vuelve sin pan a sus dos hijos,
el niño que aún no sabe qué es ser hombre,
la adolescente que hoy ha aprendido
qué es el miedo.
Sería hermoso,
un gobierno de dignidades heridas
que gobierne para sanar
y no a la inversa.
No me dejéis sola en el metro.
Podría, tal vez,
hacer una locura.
Dar un golpe de Estado con mi gobierno,
autoproclamado por necesidad,
y empezar a desfacer entuertos
como hacen los locos de bien.
Después, con todo ya en orden,
habrá que tomar medidas urgentes,
no sé...
Tal vez dilatar los tiempos de espera.
Hay gente que sueña en los andenes.
No me dejéis sola en el metro.
No me dejéis sola en el metro.
Podría, yo qué sé...
Enamorarme.
Mirar a los ojos a esa chica
esta vez
en lugar de dejarme hechizar
por su vestido
y decirle entre pestañeos que
hoy no voy a conformarme
con otear el paraíso
desde las escaleras mecánicas.
No me dejéis sola en el metro.
Podría, quizás,
formar un gobierno alternativo.
La soñolienta estudiante de Medicina,
la asistenta que soñó otra vida
al otro lado del océano,
el escolar con libros de segunda mano,
el parado que vuelve sin pan a sus dos hijos,
el niño que aún no sabe qué es ser hombre,
la adolescente que hoy ha aprendido
qué es el miedo.
Sería hermoso,
un gobierno de dignidades heridas
que gobierne para sanar
y no a la inversa.
No me dejéis sola en el metro.
Podría, tal vez,
hacer una locura.
Dar un golpe de Estado con mi gobierno,
autoproclamado por necesidad,
y empezar a desfacer entuertos
como hacen los locos de bien.
Después, con todo ya en orden,
habrá que tomar medidas urgentes,
no sé...
Tal vez dilatar los tiempos de espera.
Hay gente que sueña en los andenes.
Espero que os haya gustado.
¡Muaks!
Pero mucho me ha gustado. Expande la realidad. Y das la sensación (siempre me la has dado) de escribir con la punta de la lengua. Da gusto verte sola en la poesía, y eso que aún no has soltado una mano...
ResponderEliminarSanti
Muchísimas gracias, Santi :)
EliminarMe ha encantado.
ResponderEliminarMe alegro mucho, Rosa :)
EliminarYa te dije que me encantó <3
ResponderEliminar¡Un abrazo!
Gracias :)
Eliminar