El cine de verano.


El primer año que viví en Córdoba pasé el verano sin pisar uno de sus famosos cines de verano. Me resarcí el año pasado, y fue amor a primera vista: me enamoré de verdad. Recuerdo llegar a la Plaza de la Fuenseca, de la que toma su nombre el cine, y sentir que había retrocedido mucho, mucho en el tiempo. Recuerdo las entradas pequeñitas, de esas que me contaba mi madre que compraban con 5 pesetas y les sobraba para una gaseosa. Y recuerdo entrar al patio, toparme con el ambigú y mirar hacia la derecha, hacia el "patio de butacas", compuesto por sillas de plástico y algunas  mesas de terraza de bar en las que apoyar tus bebidas o tu cena si eras de los más afortunados. Había brisa y eso en las cálidas noches cordobesas es algo que se agradece. Mucho.



La película no era gran cosa. Una comedia sobre una chica fea que de repente se sentía guapísima. He tenido que buscar el título: ¡Qué guapa soy!. Pero la experiencia fue mágica. El ambiente de comunidad, de cine antiguo, en el que se veían las películas mientras toda la familia cenaba o comía pipas o chucherías, los gatos pasando entre las sillas, la brisa y su olor... En Dolor y gloria, de Almodóvar, el protagonista escribe un texto en el que habla de los cines de verano de su infancia y dice que siempre olían a pis. Pues los cines de verano de Córdoba, cuando la brisa llega, huelen a flores. A dama de noche, sobre todo, un aroma que me parece maravillosamente embriagador (me encantaría oler así siempre). Cada vez que un soplo de viento venía cargado de olor se detenía por un instante el tiempo, aspiraba profundamente e intentaba retenerlo. Pero claro, había que volver a respirar, esperando la siguiente bocanada.



Anoche volví. Vimos la última de Tarantino. Unos pocos minutos después de empezar la película, una estrella fugaz surcó el suelo. Fuimos unos cuantos los que la vimos, porque se oyó un "ohhhh" coral. También olía a flores (no tanto a dama de noche como a otras que no supe identificar). Cenamos ensalada de pasta y cocacola y vi a un gatito pequeño cruzando por debajo de las sillas. Y, aunque la película no fue la mejor que he visto, volví a sentir la magia de viajar atrás en el tiempo, de volver a ese concepto de cine, más romántico y menos sibarita. Y mereció la pena. Siempre la merece.


¿Hay cines de verano en vuestros pueblos y ciudades?


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