Trabajos de amor perdidos.

Este curso estoy explorando una nueva dimensión de mi trabajo, creo que ya os lo he comentado en alguna otra ocasión. Además de dar mis clases, como siempre, me he implicado en trabajar con los chavales más problemáticos de mi centro de una manera distinta. Mi misión, junto con un grupo de profesores es, si es posible, recuperar a esos chavales, si no académicamente, al menos a nivel de relaciones: que cumplan las normas, que se relacionen bien, de manera sana, que mejoren su percepción del centro, de sus compañeros, de sí mismos... En fin, casi ná.

Hoy, por ejemplo, mi primera tarea del día ha sido tener una charla con un chaval. Generalmente trabajamos con los más pequeños del centro, por aquello de la adaptación, de que vienen del cole y de que están más maleables. Este chico no es uno de esos. Ya lleva unos años en el centro y ha ido saliendo adelante, pero este año algo ha cambiado y no solo ha fracasado académicamente sino que, además, se ha metido en algún jaleo que otro y, a medida que se acerca el final de curso, mucho más. Pues bien, tras una charla serena con él he vuelto a mis cosas. A otros chavales en situaciones parecidas. Cuando he acabado mis clases me he enterado de que la ha liado tan gorda que lo han expulsado hasta final de curso.

A ver, que no me pilla de susto. No es la primera vez que me pasa. Sé que es un trabajo duro, pero también sé que es un trabajo que merece la pena, aunque solo sea porque esos chavales no puedan decir que se les ha abandonado sin dar un duro por ellos. No obstante, es agotador, porque en la inmensa mayoría de los casos la causa de esos problemas que intentamos abordar es ajena a nosotros. Problemas psicológicos, relacionados con la gestión emocional, problemas familiares, socioeconómicos... Detrás de muchos de ellos hay un drama, mayor o menor, que queda fuera de nuestro alcance. Es como intentar parar una hemorragia con una tirita.

Muchos días llego a casa pensando que les pedimos más de lo que pueden dar, que todos estamos perdiendo el tiempo, que estamos intentando quitar obstáculos del tamaño de una montaña con las herramientas que tenemos, que podrían ser el equivalente a cucharillas.

En fin, mañana será otro día y volveré a intentarlo de nuevo. Qué remedio, ¿no?



Comentarios

  1. Está claro que haces (hacéis) lo que puedes. Y es cierto que muchas veces lo que hay detrás no lo podéis arreglar vosotros.
    Muchas veces pienso en algo parecido. Cuando alguien padece de ansiedad, está nervioso y le acarrea problemas médicos, claro. Y lo primero que le dicen es que tiene que estar tranquilo. Pero si uno está echando cuentas y no le llega el dinero para pagar los recibos del mes y comer ¡¿Cómo coño va a estar tranquilo?! ...
    Pues seguramente a muchos chavales les pase algo así. ¿Cómo pretenden que lo solucionen los profesores?.
    Sé que todo lo que esté en tu mano, lo harás. Y muchos chavales podrán mejorar gracias a ti y a profesionales como tú. Pero cada caso es un mundo.
    No te flageles si alguna oveja descarriada no vuelve nunca más al redil...

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    1. No me flagelo,o no suelo, ya no. Pero puf. Qué coraje da sentir a veces que no vale de nada, de verdad.

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  2. Es estúpido comentar después de Rosa, así que suscribo sus palabras.
    Por desgracia no está en tu mano... independientemente de lo bien que lo hagas :/ :*
    Un abrazo.

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    1. Eso desgasta, es inevitable, aunque sepa que hay mucho que escapa de mi poder.

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