Sí puedes hacerte responsable de lo que deseas.

Como ya adelanté el otro día, en mi entrada sobre lo beneficioso que puede ser el estoicismo hoy en día, otra cosa que considero importante para alcanzar lo que yo considero felicidad, además de saber qué cosas dependen de mí y cuáles no, es la educación del deseo.

Puede parecer una tontería, pero no lo es en absoluto. Hobbes sostenía que la felicidad del hombre consistía en la satisfacción continua de deseos y que el reposo (lo que yo llamaba ataraxia en la entrada anterior) no era felicidad en absoluto.


"...la felicidad en esta vida no consiste en el reposo de una mente completamente satisfecha. No existe tal cosa como ese finis ultimus, o ese súmmum bonum de que nos habla en los viejos libros de filosofía moral. Un hombre cuyos deseos han sido colmados y cuyos sentidos e imaginación han quedado estáticos, no puede vivir. La felicidad es un continuo progreso en el deseo; un continuo pasar de un objeto a otro. Conseguir una cosa es sólo un medio para lograr la siguiente. La razón de esto es que el objeto del deseo de un hombre no es gozar una vez solamente, y por un instante, sino asegurar para siempre el camino de sus deseos futuros."  Thomas HOBBES, Leviatán, libro XI

Según Hobbes, tan pronto como el ser humano ha satisfecho un deseo y ha gozado del placer de haberlo conseguido,  apunta hacia una nueva meta. Y Hobbes no era tonto ni estaba del todo desencaminado: la satisfacción de los deseos nos proporciona placer. De eso se aprovecha el capitalismo, entre otras cosas, para tenernos consumiendo permanentemente. Y por eso, también entre otras cosas, es fundamental educar nuestro deseo.

Efectivamente, si basamos nuestra felicidad en la satisfacción de deseos acabaremos decepcionados cuando, tras muchos intentos, descubramos que no hay un "sumo bien", que no existe ese deseo supremo que, cuando consigamos alcanzar, nos dará la felicidad. Sin embargo, es en eso en lo que se nos educa. Yo estoy convencida de que la depresión por la que estoy pasando está causada, en buena medida, por la ausencia de un deseo supremo, de una meta o logro que alcanzar. He pasado toda la vida persiguiendo metas. Ahora, que no encuentro una gran meta que perseguir, estoy frustrada y desubicada. (Y trabajando en cambiar eso, claro)

No obstante, creo que no podemos dejar de desear o, mejor dicho, que no tenemos por qué renunciar al placer que nos proporciona satisfacer un deseo. Y es aquí donde entra Epicuro. El epicureísmo es una filosofía hedonista, esto es, considera que la felicidad consiste en la consecución del placer. Ahora bien, Epicuro entiende el placer como ausencia de dolor, lo cual poco tiene que ver con la noción de desenfreno y despiporre que se suele asociar al hedonismo. Cuando explico Epicuro siempre pongo como ejemplo de placer el de quitarse unos zapatos incómodos tras un largo día.






Vamos a hacer esto interactivo. Haz una lista con cosas que desees. No sé, cinco o diez. ¿Ya? Pues sigue. 







Pues Epicuro pensó bastante en el placer y estableció una clasificación de placeres que es la que me sirve a mí en este post. Para Epicuro hay tres tipos de placeres:

a) Naturales y necesarios. Son las necesidades básicas. Comer, beber, tener refugio o cobijo, etc. No, el sexo no entra aquí.

b) Naturales y no necesarios. Son aquellas cosas que el ser humano busca por su naturaleza (concepto controvertido, pero no nos vamos a meter en más jaleo) pero que no son esenciales para su supervivencia. Por ejemplo: el sexo (aquí sí), una buena conversación, etc.

c) Ni naturales ni necesarios. Creo que la categoría se explica sola. Aquí entrarían la fama, el poder, el nuevo iPhone...

Epicuro recomienda centrarnos en los placeres naturales y necesarios, disfrutar con moderación los naturales y no necesarios y huir de los que no son naturales ni necesarios, pues considera que el dolor que causan sobrepasa con creces al placer que reportan. Qué sabio era este tío, ¿eh?

El problema es que se nos educa para desear cosas que entrarían en este tercer grupo e incluso se pervierten los placeres de los otros dos grupos. Por ejemplo: tener una casa confortable sería un placer natural y necesario, ¿no? Sin embargo, tener un chalet con piscina ya entraría más en el tercer grupo. Deseamos mucho más allá de nuestras necesidades y entramos en una vorágine de deseos que nos reportan satisfacción momentánea y nos mantienen siempre frustrados, deseando algo más.

Debemos romper la espiral. Aprender a disfrutar de los placeres naturales y pensar muy bien a qué responde el deseo de los placeres no naturales. ¿Realmente quiero ese teléfono nuevo? ¿Lo necesito? ¿Me va a reportar bienestar o es solo un parche? ¿Por qué tengo tantas ganas de tenerlo?

Educar nuestro deseo tiene beneficios no solo para nuestra paz mental, sino para nuestro entorno natural y humano. ¿Significa esto que tenemos que dejar de comprar cosas y volvernos ermitaños y no desear nada y hacernos una bolita y morir en una esquina? QUE NO, LECHE. Solo que tenemos que hacernos dueños de nuestros deseos y no dejarnos llevar por la inercia de presión social (consigue pareja, cásate, ten hijos, adelgaza, cambia de trabajo, emprende), económica, publicitaria o la que se os ocurra. Que tenemos que aprender a desear y apropiarnos de nuestros deseos (pues muchas veces los deseos que sentimos no son nuestros del todo).

También es importante vivir en el presente. Esta educación basada en deseos sucesivos nos proyecta siempre hacia el futuro, hacia las metas que tenemos que conseguir. Y, mientras tanto, nos estamos perdiendo nuestro hoy. Pero eso, como ya dije el otro día, es carne de otro post, si os interesa.







Ahooooora, la segunda parte del ejercicio. Coge tu lista de deseos y clasifícalos en las 3 categorías de Epicuro. Después, toma los deseos no naturales y pregúntate por qué los deseas. Reflexiona sobre tus respuestas y sobre cómo esos deseos te afectan. Y, si te apetece, comenta :)






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