Cuatro cocacolas.

Hoy he tenido una cita a ciegas. Algo así. No era una cita romántica, pero hoy iba a conocer a una chica con la que me he escrito unos cuantos emails por culpa de este blog y de las cosas que cuento en él. Donde digo "por culpa de" quiero decir, evidentemente, "gracias a".

La cosa es que en esta ocasión el encuentro era, si cabe, más especial. Ella y yo hemos coincidido muchas veces. Estudiamos en el mismo instituto, ella un curso por delante de mí, así que debimos de cruzarnos por los pasillos en incontables ocasiones. Además, frecuentábamos el mismo pub y hoy he descubierto que "su rincón" del pub está justo al lado de "mi rincón", así que, con toda probabilidad, hemos estado bebiendo cervezas una al lado de la otra. Y, sin embargo, nunca habíamos hablado, ni lo habríamos hecho, de no ser por este blog. Mola, ¿eh?

Es una chavala simpatiquísima. Hemos estado hablando como si nos conociésemos de toda la vida y se han pasado las horas volando sin darnos cuenta. Nos hemos tomado cuatro cocacolas, dos cada una, y han sido las más amortizadas de la historia. Eso sí, supongo que a los del pub no les ha salido tan rentable...

Me ha dado la vida, ¿sabéis? Ahora sé que, al menos de momento, tengo a alguien con quien quedar a tomar un café cuando venga al pueblo. Alguien con quien hablar de enseñanza, de oposiciones, sí, pero también de poesía, de literatura e incluso de los profesores del instituto. Madre mía, menudo combo, es casi como una amiga de las de toda la vida, pero sin serlo.

Este blog sigue dándome alegrías. Y esta vez, para variar, no es alguien que esté en la otra punta del país, o del mundo.

No sabéis lo contenta que estoy ahora mismo, lo feliz que me siento. Casi parece que floto. Tengo cierta tendencia a creerme una isla y, oye, después de charlar con ella me he sentido parte de algo. Para nada extraña. Perfectamente normal. Qué genial.

Gracias, Interné.
Gracias, Míriam.