Domingo.


El día parece una pausa.
No. Quizá una caída acelerada
hacia los quehaceres,
el vértigo de estar suspendida
sobre la rutina
solo por los frágiles hilos del tiempo.

Pero te quedas a dormir,
y es como si el mundo nos diese permiso
para ser felices un ratito más.

Soñaremos con engañar al amanecer
escondiendo la cabeza entre las sábanas.

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