Noches de verano.

No me gusta demasiado volver al pueblo, ya lo sabéis. Quienes tienen más contacto conmigo o me siguen en lugares con más inmediatez, como Twitter, sabe que es llegar al pueblo y empezar a ponerme mustia, a perder energía y a deprimirme. Cuando me preguntan para cuándo me volveré cerca de aquí definitivamente, a trabajar, respondo de manera inmediata y sin pensarlo que eso no entra en mis planes, y lo digo con tanta honestidad que la gente lo toma por mala educación o desapego. ¿Cómo puede alguien querer, voluntariamente, estar lejos de los suyos? No cabe en ninguna cabeza. Pero así es. Los días previos a volver al pueblo estoy de mal humor y no hago más que repetir que no quiero venir, que no quiero, no, no y no.

Entonces, ¿por qué vengo? Pues porque el pueblo no deja de ser el lugar donde están algunos de mis seres queridos, entre ellos, la persona que más quiero del mundo mundial, que es mi padre. Solo por verle, por estar a su lado en silencio, merece la pena todo lo demás.

También es cierto, he de decir, que cada vez lo voy llevando mejor, me parece. En esta ocasión, sí, llevo cinco días, pero me parece que estoy más tranquila, me estoy tomando los comentarios con buen humor y devolviendo las pullas con bastante gracia. Y no estoy deprimida, ¡todo lo contrario! Será que cada vez me tengo más por una visitante y lo que la gente piense me empieza a resbalar una barbaridad.

No obstante, esta vez está siendo un poco distinto. Las cosas en casa están mas tranquilas -sí, la procesión va por dentro, como la lava de un volcán antes de erupcionar-, hay un ambiente algo mejor. O, quizá, el ambiente "comité de bienvenida" está durando más, no sé. Pero anoche mi padre propuso salir a tomar algo después de cenar y allá que nos fuimos, mi padre, mi madre y yo. Empezamos con cervezas y refresco, pero después, sintiéndome como cuando era pequeña, en esas noches de verano que me sacaban a tomar helado, pedí el cucurucho con más chocolate que tenían en el bar. Y fue bonito, porque la noche estaba preciosa, y estaba en familia, y no era nada especial, pero al mismo tiempo sí lo era.

Voy a disfrutar de esta sensación mientras dure. Voy a intentar sentirme pequeña y mimada, sin olvidar, eso sí, de que puedo volver a ser adulta e independiente cuando quiera. Quizá ese sea el secreto para no desesperarme.


Comentarios

  1. Ojalá disfrutes de más noches de helado :)
    ¡Y que te resbalen las críticas cada vez más, di que sí!
    Un abrazo

    ResponderEliminar
  2. Respuestas
    1. ¿A que parezco menos pochita que otros años? jajaja

      Eliminar

Publicar un comentario

¡Adelante! Deja tu retal :)

Entradas populares de este blog

Cómo aprobé el nivel Avanzado de la EOI preparándome por mi cuenta.

Tontos-a-las-tres.

Libro: La edad de la ira, de Fernando J. López